Ocean lullaby (sin editar)

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Este capítulo esta corregido pero no editado, si deseas seguir leyendo, te advierto de que puede tener fallos.

***

El sol de mediodía brillaba en lo alto de la plaza, haciendo que las telas de los puestos brillarán bajo su luz. Alyssa recorría los puestos comprando todo lo necesario para abastecer a su tripulación. Llevaban más de un mes en Desembarco del rey, y no sabía cuánto más iban a aguantar. Todos ellos amaban el mar, al punto de que añoraban surcar sus aguas cuando pasaban mucho tiempo en tierra. Antes habría esperado desesperada una misiva del maestre de su padre, indicando que necesitaba su presencia allí inmediatamente. Ahora tampoco lo hacía con muchas ansias. Deseaba perder de vista la fortaleza roja y navegar hacia el horizonte sin mirar atrás. Bañarse en las aguas y bucear en su amado arrecife. Perderse durante horas recorriendo el fondo marino en busca de tesoros. Sentir la quemazón en los pulmones por la falta de oxígeno. Sentirse libre como cuando era una niña, sin reglas ni ataduras. Y sobre todo sin nadie que la juzgase. Pero había un pequeño inconveniente en aquel plan, ahora tenía marido.

No pudo evitar reírse ante ese pensamiento. Desde aquella noche en la que le regaló el zafiro, el matrimonio no podía estar mucho tiempo separado. Como Emma había predicho, no salieron de aquel cuarto durante un par de días. Las caricias y los gemidos de placer, se intercalaban con conversaciones triviales al anochecer. Con la sonrisa todavía pintada en el rostro mordió la manzana roja que llevaba en la mano, caminaba tranquilamente entre las carpas, seguida de su fiel amigo. Gotas de zumo, bajaron por su comisura, manchando su cuello. Este estaba marcado con óvalos morados. Marcas del príncipe que no le avergonzaba mostrar. Y sonrió aún más al recordar las que ella misma le había hecho a Aemond. Desde que probó los placeres de la carne, buscaba a su marido más seguido. Los jardines, pasillos, y biblioteca del palacio, se habían convertido en su nueva área de juego. Ninguno de los dos evitaba el contacto. Apenas podían evitar saltar sobre el otro cuando se veían. Y aquella mañana no había sido diferente.

Todavía era de noche cuando echó el ancla, había cogido un bote y remado hasta la cala cercana a Pozo de Dragón, aquella zona donde las olas rompían fuertemente cuando había mal temporal, estaba llena de crustáceos. Se remangó el pantalón, aflojo la camisa, y ató su bolsa de red a la cintura mientras pensaba en su perro. Había dejado a Fauces dormitando en el barco. Su viejo amigo estaba ya viejo para aquel tipo de aventuras. Todavía le dejaba jugar en el mar, pero siempre en la orilla donde hacía pie. El pobre ya no tenía la misma vitalidad que antes, pero seguía amando nadar. El amor de Fauces por el agua era el mismo que ella sentía por el mar. Con tristeza se lamentó que la vida de este no fuera tan longeva como la de los dragones, pero rechazaría a todos ellos por él. Agradecía todos los días a los dioses, por haber puesto al labrador en su camino.

El agua le envolvió como el abrazo de un viejo amigo, cerró sus ojos sintiendo como esta impregnaba todo su ser. Se relajo, haciendo que las pulsaciones de su corazón bajarán. No pudo evitar sonreír, estaba en casa. Con parsimonia se hundió más, y buceo junto a las rocas hasta que los pulmones le quemaron y ya no pudo más.

El sol se había despegado de la superficie, llevaba bastante tiempo en el agua, debía salir dentro de poco. Las yemas de sus dedos estaban bastante arrugadas, la última vez que se sumergió. Estaba contenta, había conseguido cazar un cangrejo bastante grande para desayunar y encontró un alijo de moluscos entre un par de rocas a unos quince metros de profundidad. Con cuidado los metía en la bolsa de red que colgaba de su cintura, la cual estaba llena hasta los topes.

De repente la oscuridad baño el fondo del mar, confundida miró a la superficie. Sobre ella la figura de un monstruoso dragón tapaba al astro rey. "¿Vhagar?" Pensó. No pudo evitar tener un deja vu. La última vez que la vio surcar los cielos, el caos se había desatado: La muerte de su hermana, el fuego, el agua hirviendo y sus cicatrices. La falta de aire la hizo volver en sí, con fuerza se impulsó hacia la superficie, utilizando brazos y piernas para ascender. Por un momento se sintió estúpida, la dragona le había alterado tanto como para perder el control sobre su respiración. Salió del agua con una fuerte bocanada de aire, pudo ver como el monstruoso reptil aterrizaba entre las escarpadas rocas, mientras intentaba tranquilizar su respiración. Nado hasta la pequeña balsa y se subió en esta sin mucha dificultad, con prisa se desató la abarrotada bolsa de la cintura. Aemond vio como el bote comenzaba a avanzar hacia la orilla, al bajarse del lomo de Vhagar.

HATE ME (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora