*ੈ✩‧4˚⊹♡

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LALISA MANOBAl.

REALIDAD.

Agité la cabeza y miré a los lados, percibiendo la calle completamente vacía. Lo único que se podía llegar a ver <<y lo cual se perdió en la oscuridad>>, era el carro de aquella chica. Pestañeé repetidas veces y suspiré, dejando escapar el aire de mis pulmones.

Cuando estaba a punto de darme la vuelta para regresar a mi coche, en las puntas de mis tacones sentí algo, me agaché y agarré uno de sus libros. Ella lo había olvidado.

Pestañeé repetidas veces y negué con la cabeza. Estaba casi segura de una cosa, es la misma chica de mis sueños, es esa chica. Sus ojos gatunos, sus labios, su nariz, sus mejillas, es la misma chica. Cabello castaño, sonrisa bonita, y ojos color avellana. Era inconfundible.

Pero parece de otra realidad. Es como si estuviera viviendo realidades diferentes.

Aun confundida y con un gran signo de interrogación sobre mi cabeza, avancé hasta mi coche y lancé el libro roto a un lado. Miré por el retrovisor la parte de atrás y maldije por lo bajo. Deseando olvidarme del altercado que tuve con esa chica.

Puede que se llame Jennie Kim, o yo la estoy confundiendo con la chica de mi sueño, o puede que ni la conozca y me esté haciendo ideas en la cabeza. Inflé mis mejillas y conduje en silencio hasta la empresa, todo el camino pensativa y no existió segundo ahí dentro que no me cuestionara las cosas.

Agité la cabeza, parqueé mi coche y bajé de este, caminé a paso lento y perezoso. No sin antes detenerme y ver a mi empresa por fuera; una sonrisa se posó en mis labios e incliné mi cabeza hacia un lado, ansiosa de ver lo que me depara el futuro.

Porque a este punto, estoy empezando a creer que no tengo sólo un futuro. Sino dos.

El Guardia hizo una corta reverencia y me saludó con alegría, así como muchos de los empleados, los cuales mostraban su contento al tenerme de nuevo en la empresa. Muchos hicieron rondas, haciéndome preguntas, pero no estaba en una posición para responderla, más que eso, quería saber porque no reconocía la mayoría de los rostros.

Y el porqué mi empresa había dado un cambio radical, no tenía los mismos colores, mis cuadros no colgaban de la pared. El ambiente era distinto. Ya no era mi empresa, era la empresa de Mingyu, y entiendo perfectamente que es mi esposo y que tiene derecho, pero no esperé que hiciera todo esto en tan poco tiempo.

Carraspeé y alejé a varios de los empleados nuevos, los cuales eran mujeres, o por lo menos la mayoría, porque entre ellos sólo habían tres hombres. El mal sabor de boca que me dejó saber que esto no es lo que yo dejé, me lo produjo una sola persona.

La cual se tendrá que atener a las consecuencias. Apreté mis manos en puños y aparté a todos, avancé a paso seguro hasta el ascensor, segura de que él estaría en su oficina. Por el pulcro piso sólo se podía escuchar mis tacones, esperé llegar a su oficina. Era tarde de la noche, pero Mingyu siempre acostumbraba a quedarse.

—¿Se puede saber que hiciste con mi empresa? —pregunté. No utilicé un tono de voz fuerte, ni mucho menos incorrecto, más bien mantuve mi postura. No quería perder la poca cordura que había dejado en mi aquel accidente—. Nada es lo mismo.

Mingyu alzó la vista, —Sólo la remodelé. Tus cuadros ya estaban viejos, mi vida.

Apreté la mandíbula ante aquella respuesta tan poco esperada, y cambié mi expresióm; cubriendo la de asombro. Para no ser tan evidente.

Both (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora