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Si pensaba que el intentar dar ánimos a alguien podría salir mal, definitivamente no volvería a abrir la boca en la vida.
Miguel llegó a esa conclusión después de ver cómo el estado de ánimo de la mujer caía en picado.

—¿Tú crees?—preguntó con la mirada perdida y juntando a Mayday a su pecho—. No te quiero amargar con mis problemas emocionales, que tampoco creo que te importen—suspiró—. Pero, a veces me pregunto... ¿Cómo hubiera sido mi bebé? Peter quería que fuera sorpresa, así que no sabíamos si sería niño o niña.

El hombre se cruzó de brazos, apoyándose ligeramente sobre la mesa y poniendo toda su atención sobre la femenina.

—Cada vez que daba pataditas...—su voz comenzaba a romperse—. Maldición...—escondió su rostro en el cabello de la niña para evitar la mirada del contrario—. A veces me gustaría tanto poder cambiar mi lugar. Que Peter y mi hijo o hija siguieran con vida. Él hubiera sido un gran padre, dedicado, amoroso... fuerte.

—Oye—intervino al notar cómo su cuerpo comenzaba a temblar—. Ya, tranquila. Quiero decir...

Gruñó con frustración al no encontrar las palabras adecuadas para que no entrara en un ataque de ansiedad y para tratar de consolarla.

—Sí—respiró hondo—. Estoy tranquila. Ya, ya. Ya pasó—acarició la espalda de Mayday, que parecía algo alterada por quien la sostenía—. Todo bien. Disculpa, no debí haberme puesto así.

—Está bien—levantó sus manos, mirando a la chica con sospecha—. ¿Tú estás bien?

—Claro—sonrió.

Y ahí estaba otra vez.

—Peter... El... Sí, Peter, el padre de Mayday, está de camino.

—¿Te atreves a quedarte con ella?—extendió a la niña hacia él.

—Parece que le agradas. Si no te importa, tengo cosas que hacer, así que quédate por aquí hasta que él venga.

No iba a permitir que volviera a su dimensión para encerrarse en su cuarto y quedarse el resto del día en el mismo, llorando y deseando el final de su existencia. Además, esa niña era muy inquieta, aunque no llegaba a desagradarle del todo.

—Bueno—volvió a acunar a Mayday en su pecho—. ¿Qué quieres hacer, pequeña?

Se separó un poco de ella, llevando una de sus manos a su nariz y presionándola antes de escabullirse de entre sus brazos.

—Ya veo—ladeó una sonrisa—. ¡No te escaparás!

Se divertían entre risas, la una pillando a la otra y de vez en cuando la mayor evitando que la menor se excediera o cayera al vacío.

Era un ambiente diferente al que estaba acostumbrado desde aquel incidente. Cuando intervino en el canon. A pesar de ser escandalosas, Miguel no se sentía desconcentrado, y antes de darse cuenta el tiempo había pasado de manera fugaz.

Ya era algo tarde y la niña talló sus ojos, cerrándolos y abriéndolos en un intento por mantenerse despierta. Por fin había gastado sus energías.

Ahí se encontraba ahora, acurrucada entre los brazos de la femenina, quien la mecía con cariño y cuidado, como si tuviera experiencia en ello o llevara toda la vida haciéndolo. Tarareaba una melodiosa nana que adormilaba a la menor poco a poco hasta dejarla en un sueño profundo.

—Ya cerró sus ojitos—movió sus pies en el aire, se encontraba sentada en el borde de la plataforma de la mesa de controles, dándole la espalda a Miguel, quien todavía analizaba algo en sus pantallas.

Qué bueno—asintió en un tono bajo.

—¿Y eso qué significa?

—¡Siento el retraso!—irrumpió la presencia de un cuarto individuo.

Se trataba del padre de la niña, a quien la mujer advirtió guardar silencio llevando un dedo a sus labios y señalando a la niña dormida.

—¿Lo ves?—habló subiendo al lado de Miguel— Tiene buena mano para los niños.

—Llévate a tu hija a casa. Ella tiene que irse a la suya y descansar para mañana.

—Tranquilo—se levantó para dirigirse a Peter y entregar a la pequeña—. No pensaba irme todavía.

Ambos Spider-Mans miraron a la femenina entre confundidos y sorprendidos.

—En estos meses he hecho un listado de algunas cosas en las que tengo que mejorar, voy a la sala de entrenamiento.

—Deberías descansar un poco—advirtió el de menor complexión mirando su reloj—. ¡Ya es muy tarde! Nos vemos mañana, nos os desveléis—señaló a ambos con medio cuerpo dentro del protal.

—Hasta mañana—agitó su mano en el aire con energía.

Una vez el portal fuera de su campo de visión, ella pensaba irse sin decir palabra, porque ya había molestado a Miguel lo suficiente como para seguirla escuchando hablar.

—________—habló antes de que cruzara la puerta—. Vete a casa.

—¿Eh? Pero he dicho que...

Lo meditó unos segundos, y es que, si se iba ahora era muy probable que después de ver a Peter ocurriera lo mismo que otras veces.

—Solo una hora—dijo con autoridad—. Es lo máximo que te doy antes de que te vayas a casa y descanses como es debido.

—Sí, señor—dijo entre risas antes de cruzar la salida.

Normalmente se le desatarían los nervios contra cualquier persona que no siguiera sus órdenes, porque lo que más le gustaba era tener el control de todo. Pero, ¿por qué ese cambio tan repentino? Le frustraba la idea de que uno solo de los Spider-Mans, en este caso ella, no sucumbiera ante él.

~¿Miguel?

—Dime, Lyla—habló volviendo a sus ocupaciones.

~¿Sucede algo con _______?

—Nada, que yo sepa.

~Sabes a lo que me refiero—insistió con una sonrisa divertida.

—¿No deberías estar pendiente de otros asuntos?

~¡Miguel, acabas de evadir el tema! Esto es increíble. ¿_____ y tú? Tengo que empezar una bitácora—dijo moviendo algunos archivos—. Y... ¡Acción! Bitácora de Lyla, día uno, once y media de la noche. Mi amigo Miguel parece estar experimentando cambios en su ermitaña vida. ¡Le gusta una chica!

Tocó su pulsera haciendo desaparecer al holograma sin apartar la vista de sus pantallas.

—Deja de decir tonterías.

[] MI DEBILIDAD [] MIGUEL O'HARA X LECTORA []Donde viven las historias. Descúbrelo ahora