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—Miguel...

—Deja de moverte—la apretó contra él para inmovilizarla.

—Me quiero dar una ducha.

—¿Puedo acompañarte?—abrió sus ojos.

—Entonces deja de apretarme contra tu musculoso y sensual cuerpo.

—Está bien—soltó una risa ronca y áspera de recién levantado.

—No, no hagas eso, por favor.

—¿No te gusta, amor mío?—acarició su muslo, clavando sus dedos cuidadosamente en su piel.

—Estoy agotada—se giró para quedar frente a él y mirarlo con inocencia—. Vamos a la ducha, lindo.

—¿Agotada?—enarcó una ceja—. Ayer parecías más que dispuesta a quedarte despierta hasta la noche siguiente.

—Cállate—ordenó llena de vergüenza y con las mejillas teñidas de un notorio sonrojo.

—¿Cómo me decías?—fingió pensar—. Ah, ya lo recuerdo. "Oh, joder, se siente tan bien, Miguel"—imitó con una sonrisa socarrona—. Me encanta que me hables en español—apretó sus caderas, moviéndola para dejarla a horcajadas sobre él.

—¿Te encanta?—suspiró contra sus labios.

—Mucho—acarició los labios de ______ con el pulgar antes de estampar los suyos, alejándose lentamente y tirando del labio inferior de la mujer, consiguiendo un exquisito gemido de dolor al sentir sus colmillos clavarse con suavidad—. Me vuelve loco.

—Vamos a la ducha, Miguel—meció sus caderas sobre él, apretando sus hombros.

—Vamos—apretó su trasero, levantándola y obligándola a enredar sus piernas alrededor de su cintura para que pueda cargarla hasta el baño.

Dejándola sobre el borde de la bañera, con una mano sin soltarse de ella, abrió el grifo, comprobando la temperatura del agua que subía por la bañera.

—¿No querías la ducha?—preguntó curiosa.

—Sabes que si la usamos terminaremos repitiendo lo de esta noche—se arrodilló frente a ella, quedando entre sus piernas para abrazarla y apoyar su barbilla sobre sus pechos, mirándola con ternura en sus ojos—. Quiero compartir un momento tranquilo contigo e igual de preciado para mí.

—Entiendo—jugueteó con sus cabellos oscuros, viendo cómo el hombre cerraba los ojos, agusto con su tacto—. Eres tan dulce...—sonrió enternecida.

Una vez la bañera llena con agua caliente y sales de baño, Miguel besó la frente de la mujer, acariciando su mejilla y metiéndose en el gran recipiente de baño, suspirando de manera placentera al sentir tal alivio.

Movió un dedo hacia él, indicando a ______, todavía sentada en el bordillo, que se metiera.

Giró su cuerpo, dejando que sus piernas bailaran por el agua, rozando ligeramente las de Miguel. Se dejó caer por la resbaladiza cerámica, gimiendo por la misma sensación de placer. Movió su cuerpo, quedando de espaldas al hombre, quién tiró de ella, ansioso por volver a sentir su calor contra él.

Disfrutaba ver cómo ella moldeaba esferas de espuma cual niña pequeña frente a él, lanzándolas al aire y soplando los montones para que las burbujas flotaran.

—Te quiero—soltó inevitablemente, besando su hombro.

—Yo también te quiero, Miguel—se estrechó contra su pecho, sonriendo ante las palabras tan sinceras del hombre.

Estaba aún más seguro que antes en su decisión. Miguel protegería el multiverso por ella, porque si algo salía mal, todo terminaría desaparecido, y no pensaba perderla.

Por fin podía ser feliz.

Salió de la habitación para bajar a la primera planta, no sin antes ojear el ramo de flores sobre la mesa de la habitación. Era el segundo ramo que le regaló, decidió dejarlo en casa de Miguel como una especie de símbolo de unión. Estaba comenzando a marchitar.

—Te preparé el desayuno.

Miré a Miguel de arriba a abajo, se veía muy sexy en bata de andar por casa y con sartén y espátula en mano mientras cocinaba unas tortitas que desprendían un aroma delicioso.

—Siéntate—volteó la sartén sobre el plato, colocando la última tortita—. Ya te llevo el plato.

Cada minuto que pasaba me sentía más enamorada de este hombre.

Accedí a su petición sin rechistar tomando asiento en la mesa del comedor para esperar ansiosa a mi desayuno.

La mañana fue tan amena que me sentía como en un sueño. Miguel y yo terminamos de desayunar mientras charlábamos sobre la receta de las tortitas. Yo insistí en que debíamos añadirlas al menú de la cafetería.

—No—negó rotundamente—. Esta receta es solo tuya.

Abrí mis ojos con sorpresa, dejando de fregar el plato entre mis manos.

—No quiero que la pruebe nadie más que no seas tú—pude ver cómo hizo un pequeño puchero y trató de ocultarlo.

—Bueno—suspiré terminando de enjuagar el plato para acercarme a él y hacer que me mire—. Entonces tu receta es exclusiva para mí—me puse de puntillas para darle un besito que aceptó sin rechistar—. Y yo no dejaré que nadie más la cocine para mí.

~Buenos días, pareja...

Miré a Lyla frente a nosotros. Su tono ligeramente nervioso me inquietó.

—¿Sucede algo malo?—la miré con atención.

~No, nada—se encogió de hombros—. Todo bien. Em... ______, Noir necesita refuerzos.

—¿Es necesario que vaya ella?—preguntó Miguel con notoria molestia—. Estamos ocupados.

—Tranquilo—acaricié su mejilla—. Tú también deberías ir a ver cómo va todo en la asociación.

—Ten cuidado—puso su mano sobre la mía para disfrutar el tacto.

—Lo tendré—activé mi traje y abrí el portal hacia la dimensión que Lyla indicó—. ¡Nos vemos, lindo!

Crucé el portal, mirando a Lyla a mi lado y esperando alguna explicación.

~_______...

—¿Me vas a contar ya qué está pasando?

~Tenemos un pequeño problema.

—Dime que no es sobre Gwen.

~Ese es el pequeño problema.

[] MI DEBILIDAD [] MIGUEL O'HARA X LECTORA []Donde viven las historias. Descúbrelo ahora