— Si que has cambiado, Sebastián. — dijo con ironía.
— Perdona, le he dicho que te citara porque he supuesto que si te lo pedía yo no ibas a querer venir.
— Mucho mejor hacerme una encerrona, claro que sí. — se cruzó de brazos, a la defensiva.
— Luisita, no te pongas así. Por favor. — le suplicó.
Y ahí estaban de nuevo los sentimientos encontrados al escuchar el diminutivo de su nombre. No le gustaba que la llamaran así porque ya no se sentía identificada con él y eso era lo peor, saber que no quedaba nada de aquella niña a la que solían llamar "Luisita". Habían pasado demasiadas cosas y ya no era la misma, Luisita nunca iba a volver y no le ayudaba en nada recordar constantemente todo aquello que Luisita tuvo pero que Luisa jamás volvería a tener.
— ¿Qué es eso tan urgente? — de pronto su cabeza la hizo ponerse en lo peor y se despegó del muro. — ¿Le ha pasado algo a...?
— No, no, tranquila. Todos están bien. — Luisa suspiró aliviada. — Quería hablar contigo sobre Amelia.
— ¿Amelia?
— El abuelo la ha puesto en contacto conmigo.
— ¿Qué? ¿Pero de qué le conoce? ¿Sabe quién es?
— No sabe quién es, pero se ha pasado algún que otro día por El Asturiano y han hablado un par de veces.
Luisa se pasó la mano por la cara y trató de recobrar la compostura.
— ¿Qué quiere?
— Preguntarme sobre Fede.
— No me lo puedo creer... — volvió a llevarse la mano a la cabeza y se puso a andar en círculos, nerviosa.
— He quedado mañana con ella, le diré que Fede colaboraba con el partido de vez en cuando. Espero que sea suficiente para que deje de lado el asunto, o al menos para ganar algo de tiempo.
— Adelante, puedes decirme que llevabas razón y que esto me queda grande.
— Si estuve en desacuerdo con tu decisión no fue porque pensara que te quedaba grande, deberías saberlo sin que yo te lo dijera. — Luisa la miró. — No te he llamado para echarte la bronca, quería advertirte porque esta vez puedo ayudarte pero a la siguiente no sé si estará en mi mano hacerlo, ¿entiendes?
— Sí, claro que lo entiendo... — metió la mano al bolsillo para buscar tabaco.
— Y bueno, en el fondo me ha venido bien porque ha sido la excusa perfecta para verte.
Luisa se encendió el cigarro.
— Sabes por qué lo hago, es lo mejor para todos. — dijo evitando a toda costa el contacto visual.
— Accedí a ayudarte porque no soy nadie para decirte cómo debes gestionar tu dolor, pero no creas que es fácil seguir con esta farsa cada vez que hablan de ti y de lo mucho que te echan de menos.
— Lo sé y te estoy muy agradecida por cubrirme, de verdad. — ahora sí que la miró. — Lo único que intento es que sufran lo menos posible, si me pasara cualquier cosa...
— Ni se te ocurra decir eso, todo va a salir bien.
Luisa medio sonrió, consciente de que esas palabras eran lo que quería que pasara pero que nadie podía asegurarles que saldría viva de esta.
— Claro, todo va a salir bien.
— Y cuando todo esto acabe volverás a casa y les contarás tus andanzas como profesora en León.
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