Capítulo 49: Hoy por ti, mañana por mi

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— ¿Dónde está lo prometido? — dijo en cuanto cerró la puerta de su habitación.

Amelia sonrió y abrió su bolso.

— Aquí tienes. — le dio una camiseta suya.

— ¿Te funcionó lo de dormir con ella?

— Es mejor que nada pero te prefiero a ti, por supuesto. — la rodeó por la cintura y le dio un beso.

— Bueno... voy a coger la entrevista y subimos a tu casa.

— ¿No nos podemos quedar aquí un poco más?

Luisa sacó la carpeta del cajón de su escritorio.

— ¿Con qué pretexto?

— Que no te he visto en toda la mañana y quiero estar contigo.

— Seguro que a tus padres les parece una excusa estupenda. — Amelia suspiró y Luisa intuyó lo que le pasaba. — Piensa que cuanto antes se lo cuentes, antes te quitarás ese peso de encima.

—Ya... pero no es plato de buen gusto. No sé, me da vergüenza tener que contar algo así.

— La vergüenza la debería sentir él, no tú. — le agarró la mano. — Yo estaré a tu lado, pase lo que pase.

Amelia sonrió y la abrazó.

— Venga... no hagamos esperar más a tu padre que solo faltaba que me colgara el sambenito de impuntual. 

⋆★⋆

— Enhorabuena, te ha quedado una entrevista estupenda. No hace falta cambiarle ni una coma.

Luisa sonrió.

— ¿Ves como no tenías de qué preocuparte, papá?

— Estoy segura de que vamos a vender muchos ejemplares con esto en portada. — dijo Luisa, agarrando de nuevo su carpeta. — En cuanto saquemos la primera tirada le reservaré uno para que sea el primero en tenerlo.

— Muchas gracias, Luisa.

— Gracias a usted por ponerlo todo tan fácil.

Devoción entró al salón con una bandeja con café y unas pastas y la dejó en la mesita.

— Mamá, siéntate tú también que... os tengo que contar una cosa.

— Vaya, qué expectación. — se sentó. — ¿De qué se trata?

Amelia miró a Luisa y esta le infundió el valor necesario para dar el paso.

— Tiene que ver con Hugo.

— Ay, no me digas que te ha pedido que seáis pareja. — dijo entusiasmada con la idea.

Tomás observó a su hija deseando que no fuera eso lo que les quería decir.

— Eh... no exactamente. Resulta que el día que os fuisteis vino a casa porque le llamé para hablar con él y... debió de malinterpretar mis palabras.

— ¿A qué te refieres?

— A que... bueno, que... intentó propasarse conmigo. — confesó. — Pero por suerte quedó en nada porque Luisa llegó y le paró los pies a tiempo. — añadió rápidamente.

— ¿QUÉ INTENTÓ QUÉ?

— Papá, cálmate...

— Yo misma le advertí que no volviera a acercarse a Amelia, pero aun así me comprometo a estar pendiente para que no vuelva a suceder. — intervino Luisa para apaciguar las aguas.

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