— Luisa. — susurró mientras entreabría la puerta. — ¿Estás despierta?
— Sí, ¿qué pasa? — se incorporó.
Amelia terminó de abrir y entró a la habitación.
— Que... no puedo conciliar el sueño. Es cerrar los ojos y que me venga la imagen de Hugo encima de mí y...
— Tranquila, ¿quieres que te prepare una infusión?
Joder, ya parezco Virginia.
— No, déjalo... perdón por molestar, será mejor que me vaya.
— Amelia, espera. — la morena volvió a girarse y cruzaron las miradas. — Que puedes quedarte a dormir, no me importa.
Más que importarle le aterraba, la verdad, pero era mejor que al menos una de las dos descansara.
— ¿De verdad?
— De verdad. — mintió.
— Gracias. — murmuró. — Te prometo que ni vas a notar que estoy.
— Me conformo con que no se te escape ninguna patada.
— Oye, que yo no pego patadas. — dijo mientras se metía entre las sábanas.
— ¿Que no? Bueno... — Amelia rio y le dio un pequeño empujón. A Luisa se le formó una sonrisa. — Al menos te he hecho reír.
Amelia negó sonriente.
— No sé cómo lo haces pero siempre lo consigues.
— Supongo que será un talento natural.
— ¿Hay algo que se te dé mal?
— Mmmm... cantar, por ejemplo.
— Así que si necesito que llueva solo tengo que avisarte.
— Habría que escucharte a ti, guapa.
— Pues igual te llevarías una sorpresa. — dijo presumida.
— No me digas que cantas.
— Y también bailo en mis ratos libres.
Luisa la miró sorprendida.
— Te estás quedando conmigo, ¿no?
— Que no, que de pequeña me apuntaron a una academia.
— ¿Y por qué preferiste periodismo?
— Por vocación y por no darle un disgusto a mi padre. — bromeó. — Además, ¿qué habría pintado yo ahí?
— ¿Qué quieres decir?
— Que el mundo del artisteo está lleno de mujeres espectaculares.
— Pues como tú. — Amelia la miró. — ¿Qué?
— ¿De verdad piensas que soy una mujer espectacular?
— Amelia, por favor. — sonó hasta ofendida porque lo hubiera puesto en duda. — ¿Tú te has visto?
— Todos los días.
— Entonces deberías ver que eres guapísima, inteligente, buena persona...
Amelia sonrió y los ojos se le fueron solos hasta sus labios. ¿Era una locura besarla?
— Eh... — Luisa se dio cuenta. — En resumen, que eres maravillosa y estoy segura de que podrías dedicarte a lo que te propusieras. — concluyó nerviosa, desviando el tema a lo profesional para que no se malinterpretaran sus palabras.
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