Capítulo 59: Aguardiente Manolita

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— Es oficial. — anunció Carvajal. — ¡Hemos batido el récord de ventas!

La euforia se desató en la redacción y todos se abrazaron celebrando la proeza. Sara correspondió el abrazo de su compañero Álvaro pero su sonrisa no podía ser más falsa. No soportaba que la entrevista de Luisa hubiera tenido tal repercusión y menos tener que aguantar los halagos que le iban a dedicar.

— Esto es gracias al esfuerzo de todos. — continuó el director. — Aunque, por supuesto, hay que poner en valor a la persona que tuvo la idea de hacer la entrevista que nos ha llevado al éxito. — se dirigió a Luisa y le hizo un gesto para que se acercara. — En el poco tiempo que llevas con nosotros ya te has convertido en una pieza fundamental en esta redacción y me consta que tus compañeros están muy contentos contigo, enhorabuena.

— Gracias, señor... y gracias a todos. Si Avance Semanal ha llegado hasta donde está ha sido por la enorme profesionalidad y la calidad humana de este equipo. — dijo modesta. — Es un placer trabajar con vosotros cada día y espero que esto dure muchos años más.

Había un número que sacar adelante para la próxima semana así que la celebración se fue disipando poco a poco y cada uno retomó sus tareas por donde las había dejado.

— ¿Cómo vas? — se acercó por detrás y se apoyó en su hombro con la excusa de leer lo que estaba escribiendo.

Amelia sonrió y se giró lo justo y necesario para sentir su respiración en el cuello.

— Bien, ya lo tengo todo encarrilado... pero si te pones así no lo termino en la vida.

Luisa rio y le dio un beso en el cuello antes de separarse.

— No te preocupes que me voy al baño y así no te distraigo con mi distinguida presencia.

Amelia negó divertida viéndola salir y siguió dándole a la máquina de escribir.

— Por fin te encuentro.

Luisa cerró el grifo y se puso a secarse las manos.

— Te estoy hablando. — insistió al no obtener respuesta.

La rubia suspiró y se giró.

— ¿Qué es lo que quieres?

— Felicitarte como buena compañera que soy.

— Ya... pues gracias, ahora tengo que irme.

Sara apoyó el brazo en la puerta para impedir que la abriera.

— ¿A qué vienen esas prisas?

— A que tengo trabajo y tú supongo que también, ¿no?

— No creo que no puedas dedicarme dos minutos.

Luisa la miró seria.

— Ni uno más. — se cruzó de brazos.

— Me gustaría pedirte perdón por la discusión del otro día. Las insinuaciones que hice no fueron para nada adecuadas, lo reconozco.

— Vaya, qué sorpresa.

— Aunque no lo creas para mí no es plato de buen gusto estar enfrentada contigo. Al fin y al cabo somos compañeras y la misión que tenemos debe ser más importante que nuestros roces personales, ¿no crees?

— Mira, por fin estamos de acuerdo en algo.

— Somos adultas y debemos comportarnos como tal.  — le ofreció la mano. — Así que... ¿empezamos de cero?

— Claro, de cero. — se la estrechó con una sonrisa.

Vas lista si te crees que me voy a tragar este teatro.

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