005

421 66 22
                                    

Sus labios sabían a azúcar debido a la nieve de su heladería favorita del pueblo. Era blanca y no tenía sabor pero era su preferida. Habían decidido comer helado juntos en casa del azabache, tenían un bote de helado gigante y comían directamente con sus respectivas cucharas de metal. Era... ¿una primera cita? O una simple salida.

Quería que fuera una cita. De cualquier forma, sabía que tendrían una tarde o temprano. No quería apresurar nada, solo deseaba gozar de la primera relación amorosa funcional que había tenido en la vida.

En una oportunidad se le quedó viendo fijamente, analizando a lo que sus ojos eran facciones faciales perfectas, siendo consciente de que eso lo pondría nervioso. Era muy predecible.

—¿Qué? — colorado, preguntó. Lo sabía.

—Tienes unas pestañas largas... creo que podría enchinarlas con algo que...

—¡No! ¡No gracias!

—¡De verdad! Te va a quedar bien.

—No quiero, me da miedo. — admitió desviando la mirada, abrazando sus piernas.

—De acuerdo. — aceptó sin más, dándole una lamida a su helado.

El día que se dejara enchinar las pestañas, haría una fiesta.

—Oye, tienes... — Once-Ler limpió la comisura de sus labios manchada con restos de la nieve, pasando su dedo cuidadosamente.

—Gracias...

Era un caballero, ¿qué podía decir? Sentía que era el mejor novio que podría tener, eso sintió. Por un sonrojo notorio evitó mirarlo y mejor comenzó a admirar la "casa" de Once-Ler, estaba todo desordenado en un intento por no estarlo, pero era en vano.

¿Siquiera trató de asear un poco sabiendo que vendría?

Se concentró en su guitarra eléctrica, que por cierto, era completamente genial. Dejó el bote de helado enorme a un lado y se levantó para acercarse al instrumento. Pasó la punta de sus dedos por las cuerdas, admirándola.

En centro del mástil de la guitarra tenía cinta adhesiva metálica, sabía que era para unir las ahora dos piezas por aquella niña del otro día que la rompió porque sí. El simple hecho de que tuvo que repararla en silencio, en agonía oprimió su pecho.

—¿Has pensado en unirte a una banda? — lo volteo a ver, él hizo lo mismo. — De seguro tocas genial.

Vaciló un poco antes de responder. — Lo he considerado, pero no hay muchas personas haciendo fila para incluir a alguien como yo.

¿A qué se referiría con eso? No preguntó porque podría ponerlo triste, lo haría después cuando fuera apropiado.

—¿Podrías tocarme algo?

Once-Ler siseó con hesitación. Realmente era porque temía que no le gustara, y porque quería seguir comiendo helado.

—Bueno, está bien. ¿Podrías traérmela, por favor?

Asintió. Descolgó la guitarra de donde estaba colgada y la cargó hasta estar donde él.

—Estás muy fuerte, Ler... — soltó aire mientras hablaba, el nombrado rió un poco por su cara roja, y ella finalmente se la entregó.

—¿Alguna sugerencia? — alzó los hombros. — Bueno... a ver qué se me ocurre... — después de unos segundos de silencio finalmente se acomodó y empezó a tocar con calma, sus dedos experimentados manipulaban las cuerdas como un profesional.

La canción que eligió fue una de las románticas del momento. Su interpretación acústica (al menos de lo que se sabía de la canción) fue hermosa, mágica. De alguna manera su voz la hechizó y su manera de mover los dedos todavía más. Lo mejor de todo es que era para ella, quiso besarlo y no soltarlo en 5 minutos enteros.

Se dejó llevar por aquella pieza compuesta especialmente para ella, endulzando sus oídos, embelesada y ruborizada. ¿Eso que estaba sintiendo era lo mismo a estar cayendo por alguien? Esa presión parecida a la que sintió hace un rato, de pena y tristeza, pero completamente opuesta.

—¿Qué te pareció? — preguntó al final, especialmente nervioso por su respuesta.

—Fue hermoso... gracias. — besó su mejilla, como una estúpida enamorada.

Quizás lo estuviera un poco también.

Once-Ler se enrojeció, anonadado.

Quería otro beso, pero uno en los labios, le avergonzaba pedirlo. No habían tenido otro desde el día en que lo rescató como toda una súper heroína.

La atrajo hacia sí lentamente, con algo de confianza, aprovechando la cercanía. Ella, juguetonamente se elevó para sentarse encima suyo, mirándolo fijamente. Acarició su rostro con la delicadeza de una pluma, enmarcando sus facciones.

Tenía pequeñas pecas...

Tal vez... si pudiera besar cada una de ellas...

—¿Quién eres? — cuestionó sonriendo.

—Soy Once-Ler, el creador del Thneed. — pronunció orgullosamente. ____ lo miró con una sonrisa que decía «no, eso no es todo». Rendido empezó a relatar. — No hay mucho que contar, en realidad. Vengo de una granja familiar, allí tenemos una camioneta vieja que casi no usamos porque no es que valga la pena. Una casa vieja en la que vive una familia con la que tuve que crecer que realmente no me apoya... me fui de casa con nada más que una carreta, un burro y un sueño. Y aquí estoy, con una chica linda encima mío.

¿Acaso la llamó "chica linda"? ¿Acababa de contarle su pasado? Era tan tierno, relataba todo pensando que su futuro entero era ella.

—¿Qué dirías si esta chica linda quiere besarte? — Once-Ler tragó duro antes de responder.

—Diría que lo hiciera.

Acató a su petición, lo hizo, apenas tocando sus labios porque nuevamente no quería ir tan rápido. Él la miró con un poco de sorpresa antes de cerrar sus ojos y con sus manos agarrar su cintura sin detenerse.

La separó lentamente, dijo lo que llevaba tiempo queriendo decirle antes de que creyera otra cosa. — ¿Quisieras salir mañana?

Y ahí estaba, lo que ____ más quería desde que llegó. Que la invitara a una cita formalmente, no con suposiciones que podrían o no ser acertadas. Se lo estaba pidiendo de frente.

—Sí, me gustaría...

Volvieron a besarse juntando más sus cuerpos, disfrutando de la calidez del otro.

✓ ALL TOO WELL, once-ler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora