013

302 32 18
                                    

Masajeó su sien con rudeza, tratando con todas sus fuerzas de no explotar, de mantener la calma. Pero le era imposible. Luego estornudó estrepitosamente, tapándose la boca con el dorso de la mano. Su hermana Alex pegó un brinco, se encontraba concentrada en algo en la computadora por lo que le reprochó molesta, pero ____ se limitó a disculparse. Como si los llantos del bebé no perturbaran la paz.

Y, lo peor, la muñeca favorita de la pequeña hablaba, pero el botón se había atorado, así que soltaba algarabías sin parar. Si tenían en cuenta ambos factores, todo era un absoluto desastre.

—¡Cállala! — escupió enojada.

—¡Eso intento! — le respondió, entrando en pánico. — Duérmete niña, duérmete ya...

La bebé respondió con un chillido, obligándola a taparse el oído con la mano desocupada.

—Por favor, deja de llorar... — pidió también empezando a sollozar. Los sonidos fuertes la ponían sensible.

—¡No puede ser! ¡Intento concentrarme y...! ¡Dame a esa mocosa! — su hermana, que anteriormente acopló su nido en una esquina del sillón de la sala, le arrebató a la bebé y empezó a arrullarla ella misma.

Mágicamente, la recién nacida guardó silencio.

Enojada, soltó un gruñido. — ¿Sabes qué? Mejor cuídala tú, yo no sirvo para esto...

Habían pasado 2 años desde lo sucedido. Ahora tenía 23 y, en un esfuerzo por conseguir dinero para su familia, empezó a trabajar como niñera, por más que no tuviera ni una pizca de paciencia. Afortunadamente la mayoría de sus clientes eran niños rozando la adolescencia, así que tenían algo de conciencia.

Lamentablemente ese día sí le tocó cuidar a una bebé.

No podía evitar pensar qué hubiera pasado si ella y Once-Ler hubieran tenido un hijo. Sangre de su sangre, una persona a la cual criar y poder darle consejos acorde a lo que ese ser vivía. Una persona que le dijera que la quería, que la llamara mamá.

Era consciente de que desde el inicio fueron construidos para desmoronarse. Su relación no fue una experiencia catártica para ambas partes, al contrario.

Constantemente pensaba en lo que pudieron haber sido, ya se había hecho una idea de todo. Pudieron haber vivido en el bosque de Trúfulas por lo que les quedaba de vida, que no era poca. Pudieron haber formado una familia, unos diez niños y enseñarles como soñar. Pero toda esa fantasía se quedó en eso, y solo quedaba pensar en el hubiera.

El asunto con Once-Ler estaba cerrado a cal y canto, recordarlo y estancarse en el recuerdo era inútil, sobretodo porque ahora tenía responsabilidades. Pero hacerlo le daba una sensación difícil de explicar, no era ni buena ni mala, neutral, pero sí le hacía daño.

Se había dado cuenta demasiado tarde de que lo amaba de manera sincera, en los dos años que habían pasado. Fueron millones de pinchazos al alma, cayó del pedestal de la reina en el que se había mantenido por demasiado tiempo, su cuerpo cayó en seco en un rosal lleno de espinas que la atravesaron. Gritó. Pero todos pasaron de largo. Tal vez fue el karma.

Se dio cuenta demasiado tarde de lo mucho que debió de haber apreciado las atenciones que Once-Ler tuvo con ella, nadie se hubiera esforzado tanto. Se estaba dando cuenta demasiado tarde de que tal vez sus palabras dulces sí eran verdaderas y que sí deseó que estuviera con él en todas las anécdotas de fiestas en las que nadie lo incluía para tener 𝘦𝘴𝘦 beso mágico.

Inconscientemente estaba tergiversando cosas horribles sobre él, le mataba hacerlo pero no podía evitar preguntarse si al final sí se aburrió y la dejó ir para no verla más, y que no volvería nunca. Sabía que se levantaría con lasitud, poco a poco, pero lo haría. Porque tenía que.

✓ ALL TOO WELL, once-ler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora