014

365 37 10
                                    

Era interesante ver cómo las cosas habían cambiado en todos esos años.

Era interesante que un empresario mediocre tratara de imitar a Once-Ler y a todas sus acciones repudiables, y lo había, qué sorpresa.

Odiaba a O'Hare, un enano multimillonario que sacaba provecho de la falta de árboles para vender oxígeno, y ni siquiera lo conocía. Pero sonaba como una persona horrible. Era curioso que odiara a alguien que básicamente era la versión de su esposo que tantos malos ratos la había hecho pasar. Pero bueno, al menos Once-Ler se había arrepentido de sus acciones.

Esperaba que el Lorax lo supiera, donde sea que estuviera en ese momento.

—Entonces todo esto fue tu culpa. — dijo Ted, atrapado en una epifanía. — Tú destruiste todo...

Ni a Once-Ler ni a ella les gustaba recordarlo, aunque lo hicieran muy bien. Pero era verdad lo que decía Ted, al fin y al cabo, tenían que aceptarlo.

—Sí, y... cada día desde que se fue el Lorax, he estado aquí arrepentido por lo que hice. Mirando esa frase, "a menos que", y preguntándome qué significa. — hubiera sido mucho peor que ____ no lo haya vuelto a buscar, y se quedara pudriéndose en aquella cabaña que modificó con el paso del tiempo, para dificultarle a los curiosos molestarlos. ¿Habría sido exitosa? ¿Habría estudiado una carrera? ¿Se habría casado y tenido hijos? — Pero ahora pienso... que quizá tú eres el motivo por el que el Lorax dejó esa frase ahí.

—¿Y por qué la dejaría para mí?

—¿Por qué crees tú? — masculló cruzada de brazos, irritada. En vez de verse amenazante como en sus años mozos, parecía una adorable anciana por el Thneed en su cuello, que usaba como bufanda.

—Cielo... — la reprendió entre dientes. Aguantar aquel humor de anciana amargada era agotador, aunque lo hacía con todo gusto. Luego volvió a mirar al niño, expectante. — Porque a menos que alguien como tú haga algo o se interese de verdad, nada va a mejorar. Jamás.

Se separó de la ventana para tomar la semilla de Trúfula, la que había encontrado en la roca con una frase grabada en ella. Caminó lentamente, a su ritmo, haciendo rechinar el suelo de madera. ____ lo siguió con la mirada hasta que la tuvo en mano y él la volteó a ver, como con súplica, pidiéndole hacer lo mismo. No podía con esa mirada, grisácea por la edad.

—Bien... — fue hacia su cajón, con más velocidad y apuro que su prometido. Se asomó al abrirlo, agarró la semilla con marcas ovaladas y juntos fueron hacia la ventana.

Su destino parecía estar cada vez más lejos conforme avanzaban. Todo lo que habían pasado, tanto dolor, tanto sufrimiento, reducido a una insignificante semilla de árbol. Excepto que no lo era. Para cuando se sintió con ganas de llorar por elucubrar sobre su pasado, ya habían llegado.

Esperaba de todo corazón que ese niño lo hiciera bien.

Ambos dejaron caer las dos semillas, Ted las atrapó sin ningún problema.

—Las últimas dos semillas de Trúfula.

—Tienen que plantarlas, niño. Esa niña que te gusta y tú. Juntos.

—Sí, pero a nadie le importan los árboles ya... — mencionó Ted, entristecido, bajando la mirada.

—Haz que les importe. Planta la semilla en medio del pueblo, donde todos puedan verla. Cambia las cosas. Puede parecer pequeña e insignificante, pero no se trata de lo que es, sino de lo que puede llegar a ser.

El niño se quedó pensando en sus palabras por unos segundos antes de montarse en su pequeña moto, y de ponerse el casco de protección. — No los decepcionaré.

✓ ALL TOO WELL, once-ler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora