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«Quiero tener una cita contigo en el bosque».

Sus palabras se quedaron grabadas en su mente desde el día anterior. Tenía cierta preocupación por lo que podría suceder pero sabía que algo pasaría si seguía sobre pensando y haciendo tanto alboroto, así que no lo haría.

Se puso lo de siempre, en momentos como estos extrañaba a su madre y hermana, podrían aconsejarle algo. Probablemente su madre diría algo anticuado como: «compórtate educada y no hables demasiado, y arréglate ese mechón que te tapa la cara». Podía escuchar su voz reprendiéndola.

Su hermana, diría: «¡simplemente sé tú misma, ve con todo!». Sí, era preocupante que dijera algo así a sus 13 años. Y por último, su padre: nada, ya que si llegaba a enterarse probablemente la avergonzaría.

Sí, tal vez era mejor que no supieran.

Salió de su cabaña para sentarse a esperarlo, solo esperaba que fuera puntual. Eran las cuatro de la tarde así que ya debería de haber almorzado. A media caminata sintió que pisó algo grueso, duro, se detuvo de manera fortuita y alzó el pie para ver lo que era.

Tomó el objeto para examinarlo: era una semilla de Trúfula, con esas líneas ovaladas cafés. Probablemente venía del árbol molesto que le daba sombra a su cabaña. Se lo pensó un poco antes de volver a entrar para guardarla en un lugar seguro. Podría redimirse y plantarla en algún lugar del bosque, para probarle al Lorax que ya no era esa persona de antes.

Que por cierto, no lo había visto en muchos días y todo el lugar estaba extrañamente silencioso.

Al volver a salir pudo ver a ese lindo pelinegro, dueño de sus pensamientos, acercarse. Once-Ler llevaba su libro en mano, lo apretaba y lo balanceaba conforme su brazo lo hacía.

—Hola, Ler. — saludó algo extrañada, pero manteniendo una sonrisa.

—Hola, ____. — pareció notar su mirada sobre los escritos, así que lo alzó. — Me está gustando mucho, tienes buenos gustos.

¿En qué debería enfocarse más? ¿En que le estaba gustando una novela de ficción/romántica o en que le dijo que tenía buenos gustos? Él se lo extendió, aunque tardó un momento en captar el mensaje.

—¡No! Quédatelo, me lo devolverás cuando lo termines.

Vaciló antes de aceptar. — Bueno... gracias.

Empezaron a caminar. Ella solo lo seguía, pero realmente no tenía idea alguna de a donde irían. Solo era el grato viento rompiendo sutilmente el silencio y a la vez moviendo su cabello. Las hojas crujían al ser aplastadas y sus pulmones absorbiendo oxígeno, expulsándolo en suspiros silenciosos.

Finalmente llegaron al lado del río que se desembocaba con calma, nada agresivo, Once-Ler fue el primero en sentarse así que ella también lo hizo, nerviosa. Sus pies se movieron nerviosamente y jugó con sus manos con clara incomodidad.

Notó que después de un par de minutos él empezaba a acercar su mano hacia la suya, pero lo hacía de forma tan lenta que casi no se percata de ello. Quería tomar su mano y por poco lo hace ella misma. Pero antes de que se rozaran una voz rompió el momento.

—¡Hola, chicos!

Era el Lorax, acompañado de los animalitos de siempre. Pipsqueak fue directamente hacia ella y le abrazó por detrás, rió suavemente. Se giró para empezar a acariciarlo.

—¿Tú otra vez? — preguntó el azabache exasperado al anaranjado. Acababa de arruinar su momento, toda valentía se esfumó con la misma velocidad con la que su molestia apareció.

Con ella quería mostrar su mejor versión, siendo dulce y cuidadoso, pero él no era así realmente. Era bromista y un poco maleducado, al menos con quienes no se llevaba bien, como el Lorax.

—¡Grosero! — reprendió. Luego miró a ____, jugando amistosamente con el osezno, y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro. Lo haría pagar. — Pipsqueak es como su hijo, ¿no lo crees?

Once-Ler tosió fuertemente para que la contraria no escuchara ese comentario, que se perdiera en el repentino fragor. Un sonrojo pintó delicadamente sus bien formados pómulos mientras lo hacía. ¡Por supuesto que el oso no era su hijo! Se llevaban bien solamente, y da la casualidad que también tenía una buena relación con ____. Además, el osito bebé ya tenía una familia, y grande.

Igual, su chica y él tendrían sus propios descendientes en un futuro.

Se quedaron un rato jugando y conversando hasta que Once-Ler puso la excusa de que tenían que irse, ella notó su mirada suplicante así que le siguió el juego. En el camino de vuelta no dijeron nada, nuevamente fue el sonido de la vivaz naturaleza siguiendo su curso.

—Ya llegamos, me la pasé bien. — mencionó en tono de despedida.

—Espera... quería hablar contigo. — Once-Ler se encontraba sumamente ruborizado y titubeante. Sea lo que fuera era difícil así que ladeó la cabeza para que hablara. — Sé que no hace mucho que nos conocemos pero sé que me gustas y quería pedirte... que fueras mi novia. — abrió bien los ojos, sorprendida. — Te lo hubiera pedido antes si ese chiflado no hubiera aparecido...

Su corazón empezó a later con fuerza. Once-Ler era un chico muy lindo, tanto en personalidad como físicamente. Era adorable, pero también era fuerte. No podría pensar en nadie más ahora que tenía sus ojos sobre él.

—Sí, quiero ser tu novia... — musitó sonriendo. El azabache fue contagiado de aquella felicidad y la tomó de la nuca para besarle delicadamente, ____ le correspondió aún más encantada.

El beso era tierno, inexperto como los otros. Sus labios decían lo que no podían decir verbalmente, un «te quiero». No, más que eso.

—Dios... no quiero dejarte en casa, quiero estar contigo... — susurró rozándose, sus manos sobre su cintura, apretándola suavemente. Segundos después su agarre fue flaqueando hasta ser casi nulo. — No, tal vez es lo mejor...

Su sonrisa se hizo más grande.

—Te veo luego, Ler. — le dio un último beso en los labios para entrar a su cabaña.

Al estar del otro lado de la puerta chilló feliz, dando pequeños saltitos. Ese chico era tan tierno, y la hacía sentir tan especial...

✓ ALL TOO WELL, once-ler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora