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Caminaba mientras distraídamente se mordía las uñas, y también admirando el paisaje azulado casi sin nubes. La noche anterior había caído muerta, y para cuando se despertó era casi la una de la tarde. En ese momento no tenía un destino específico, o al menos eso fue lo que se quiso hacer creer.

Iba a la casa de ese chico. ¿Siquiera seguiría ahí?

Recordaba que estaba por la ruta que usaba para las bayas, y... ahí estaba. Se escuchaba movimiento dentro, como si hubiera más de una persona, y así era. Se aventuró a tocar la puerta, aunque ni siquiera tuviera un propósito o una razón para querer verlo.

Once-Ler la miró con los ojos muy abiertos, parecía estar apunto de colapsar. Estaban todos los animales que ella conocía que vivían en el bosque haciendo un desastre dentro de la casa, el Lorax entre ellos. El pelinegro aun tenía puesto su mameluco azul, que por cierto parecía la de un niño por su diseño de conejos amarillos.

—¿Mañana difícil? — intentó burlarse para aligerar el ambiente, pero el resultado fue el opuesto.

Él se hizo a un lado, notó que la estaba invitando a pasar. ____ dudó antes de ingresar, pero lo hizo ya que no podía negarse. El lugar era un completo desastre, había demasiado ruido. Once-Ler tuvo suficiente y exclamó cabreado, volteándose hacia ellos.

—¡Ok, hasta aquí!

—¿Qué? Creí que habíamos acordado algo anoche.

—Sí, así fue. ¡Y yo dije que no talaría más árboles!

—Y yo que estaría vigilándolos. Muero de hambre, ¿qué hay de desayunar? — abrió el congelador y desmanteló a uno de los osos metiéndose una barra de mantequilla entera en la boca, no había nada más en el congelador así que debieron de comerse todo anteriormente. El Lorax rió. — El desayuno está sobrevalorado.

Bueno, podía ser peor, en vez de él podía ser ella, y estaba bien. Pero podía vigilarle todo lo que quisiera, al menos ya no talaría otro árbol nunca. El peli-negro se restregó la cara, juntando la paciencia suficiente para no explotar.

—¿Saben qué? Tengo trabajo por hacer. Debo ir al pueblo a vender mi Thneed.

Se fue por detrás de su mesa y se quitó el pijama para ponerse la ropa que traía ayer. Les enseñó un tipo de bufanda rosada tejida a mano, parecía de lana pero evidentemente estaba hecha del follaje de las Trúfulas. Debió de hacerla entre ayer y hoy porque que ella supiera, llegó apenas ayer en la tarde al lugar.

El Lorax resopló y se rió mientras hablaba, burlándose. — ¿Talaste uno de mis árboles para hacer esa porquería?

—¿"Porquería"? ¡No! No lo entiendes. Esto es un producto que cambiará el mundo que conocemos. ¡Tiene un millón de usos! — se recargó en el refrigerador cruzada de brazos.

Once-Ler les presentó el cómo podía utilizarse el Thneed con mucha emoción, y sinceramente sus ideas eran innovadoras, algunas algo tontas pero servían.

—¡Adelante, haz lo que quieras! — se quitó el Thneed de la cabeza y se lo entregó bruscamente. — Pero nadie va a comprarte esto.

—Cállate. A mí me parece genial, no dejes que un mono anaranjado te diga qué vender. — aconsejó dándole unas palmadas en el hombro.

—¡Oye!

Once-Ler realmente nunca había tenido a una persona que le dijera que el Thneed era genial, se sintió profundamente halagado. — Te lo agradezco. Y tú — miró al Lorax mientras tomaba su guitarra que no había notado colgada. — afortunadamente no eres el mercado que busco, chiflado.

✓ ALL TOO WELL, once-ler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora