Xiaother || Our Destiny || MODERN AU

07//: Esta enfermedad llamada amor.

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La noche envolvía la habitación en una calma silenciosa, mientras las luces artificiales de la ciudad se adentraban tenuemente. Sólo el leve sonido de la maquina de monitoreo junto con la respiración tranquila de Li Kong rompía la quietud. Xiao, sentado junto a la camilla, sostenía la mano de Kong con una delicadeza que rara vez permitía a otros ver, observando aquel rostro dormido; sus ojos recorrían cada línea, desde el vendaje en la frente del joven, hasta los pequeños rasguños en sus mejillas y el labio roto.

Entonces, como un golpe inesperado, su mente se deslizó al pasado; regresándolo a aquel día donde la guerra le arrancó la vida a Aether. Escuchando su grito desgarrador resonando en el aire, seguido del sonido de su brazo inerte caer sobre la tierra. Xiao estaba en el suelo, sin poder mover ningún músculo de su cuerpo, atrapado por el dolor y la agonía que el karma le provocaba. La culpa le recordaba siempre que había dejado morir a Aether aquel día.

Esa herida, aún abierta y sangrante en su corazón, nunca dejó de doler.

Su pecho le dolía por el peso de esas memorias, y sin pensarlo, apretó con un poco de fuerza la mano de Kong. Era un intento inconsciente de aferrarse a algo, de anclarse al presente mientras su corazón revivía ese pasado lleno de culpa y pérdida.

Observó el rostro de Kong, había tanto en él que le recordaba a Aether, pero esa persona era alguien diferente, alguien nuevo, alguien que no recordaba nada de lo ocurrido en el pasado. Y esa verdad... esa cruda realidad... lo destrozaba profundamente. ¿Debería él simplemente dar un paso atrás y dejar que esta nueva vida de Aether siguiera su curso? Quizá lo mejor era alejarse una vez que el caso terminara, dejar que ambos tomaran caminos separados. Sin embargo, la sola idea le parecía insoportable.

Todos esos pensamientos le estresaban.

«Maldita sea, cómo quisiera perderme en el alcohol de nuevo», pensó con amargura.

Un suave sonido interrumpió sus pensamientos. La puerta se abrió lentamente, y unos pasos discretos avanzaron hacia él. Xiao sintió algo frío posarse en su mejilla y, al girarse, vio a Xianyun, quien le extendía una pequeña lata.

—Bebe esto. —susurró ella.

Xiao tomó la lata con una mueca de desagrado al leer la etiqueta.

—¿Jugo de tomate? —murmuró, sin disimular el disgusto.

—Eso debiste pensarlo antes de emborracharte tanto anoche —replicó Xianyun, con un toque de sarcasmo en su voz—. ¿Podemos hablar afuera?

El detective soltó un suspiro, desviando la mirada hacia Kong. Sus dedos rozaron la mano del joven en un gesto involuntario antes de responder en voz baja.

—Esperaré a que despierte —dijo, dejando ver la preocupación en su mirada.

La oficial suspiró, resignada, como si ya hubiera esperado esa respuesta.

—No va a despertar ahora. Es probable que duerma hasta mañana —hizo una pausa, mirándolo con cierta cautela—. Está sedado.

Xiao la miró nuevamente, un brillo de incomodidad cruzando sus ojos. La tensión en su rostro se acentuó mientras una ligera mueca de frustración aparecía en sus labios.

—¿Por qué lo mantienen así? —preguntó, casi en un susurro, su voz grave y cargada de molestia.

Xianyun mantuvo su compostura, pero la preocupación en sus ojos era inconfundible.