17//: Protegerte

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La luz suave del sol de la mañana los encontró sentados en las escaleras del edificio, envueltos en un silencio frágil que el viento apenas interrumpía. El aire fresco revolvía sus cabellos, y el mundo parecía distante, como si sólo existieran ellos dos en ese instante.

Kong abrazaba sus rodillas, su mirada perdida hacia un lado, evitando cualquier contacto visual con el detective. Había una tensión en sus hombros, un peso invisible que lo mantenía encorvado. Xiao, en cambio, permanecía tranquilo a su lado, con las manos descansando sobre sus muslos, sus ojos observando al joven rubio sin presión, solo con una calma silenciosa que invitaba a la confianza.

Hasta que finalmente rompió el silencio, sacando un pequeño pañuelo de su bolsillo.

—¿Me permites limpiarte las manos? —preguntó suavemente, extendiendo su propia mano hacia Kong, quien dudó al principio, apretando los labios y manteniendo la vista hacia el suelo. Pero después de un momento, con un suspiro apenas audible, extendió una de sus manos al detective, aún sin mirarlo.

Xiao tomó la mano con delicadeza, notando el ligero temblor en ella y comenzó a limpiar las manchas con el pañuelo. Sus dedos eran ásperos, manchados de cenizas, como si la desesperación aún se aferrara a su piel y sin apartar la mirada de la mano ajena, preguntó:

—¿Estás listo para contarme lo que sucedió ahí dentro?

El silencio que siguió fue denso, cargado de pensamientos no dichos. Kong respiró hondo, dejando que el aire se mezclara con el caos de sus pensamientos; su mano temblaba ligeramente en las de Xiao, pero no por el frío, sino por el temor de lo que estaba a punto de confesar. Sabía que una vez dichas las palabras, no habría vuelta atrás.

—La verdad... Yo... —comenzó, hablando en voz baja—. Desde que era un niño... he escuchado voces.

Xiao levantó la mirada, sus ojos fijos en el perfil del rubio. No lo interrumpió, dejándolo seguir su propio ritmo.

—A veces me susurran cosas... otras veces gritan. —continuó, tragando saliva— Siempre vienen con jaquecas y agonías... Es como si sintiera el dolor de cientos de personas al mismo tiempo, como si lo que han sufrido quedara atrapado en mi cabeza —cerró los ojos por un momento—. De niño creía que todos escuchaban lo mismo que yo. Pero cuando me di cuenta de que no era así... todo se volvió peor...

Guardó silencio un momento antes de bajar aún más la voz, como si decir el siguiente nombre fuera invocar un fantasma del pasado.

—Dottore... —apretó los ojos con fuerza, tratando de reprimir el temblor en su voz—. Él usó eso contra mí y me estudiaba como si no fuera humano, tratándome como un simple experimento.

Xiao frunció el ceño al escuchar el nombre, su agarre en el pañuelo apretándose por un momento antes de relajarse de nuevo. Kong no se detuvo, las palabras ahora fluyendo como si una presa se hubiera roto.

—Dijo que podía ayudarme. Me hizo pruebas, experimentos... y, al final, me dio algo; una clase de antídoto. —Finalmente levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Xiao por primera vez desde que había comenzado a hablar—. Durante un tiempo, todo desapareció. Las voces, las jaquecas, incluso esa sensación de vacío dentro de mí.

Hizo una pausa, y su mirada se endureció, un destello de frustración cruzando por sus ojos.

—Pero hace menos de un año, todo volvió... y las voces... —se llevó la mano a la cabeza, como si el mero recuerdo fuera suficiente para hacerlas regresar—... son peores que antes. Me hacen dudar de todo y de todos.

Xiaother || Our Destiny  || MODERN AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora