Continuación de lo anterior + extra

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Final del anterior: Maxwell logró herir a Bradley.

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Casi a las fronteras de aquel universo, había una mansión sumergida en la oscuridad del bosque. Era una estructura de color negro, con ventanas de colores un tanto luminosas. Al igual que habían algunas personas caminando por ahí, parecía ser un hotel.

Aquel chico pelinaranja hizo acto de presencia en el lugar, ascendiendo en medio de un charco encantado. Y a la par, poseía aquella arma con la que había lastimado a su dichoso primo.

— ¡Bienvenido a paradise, señor! —sonrió con ternura una pequeña niña, quien corrió hacia aquel chico—.

— ... Aléjate de mí. —susurró de manera menospreciada hacia la infante, para después caminar en dirección a la entrada de aquella mansión—.

— ¿Por qué, señor? ¡Usted es mi visita y quiero guiarlo como merece! —siguió sonriendo de forma dulce, apareciendo repentinamente frente este—.

Maxwell la rodeó de mala gana y terminó por entrar a la mansión, topándose con una sirviente que lo esperaba en la entrada.

— Oh, bienvenido a paradise. —sonrió con calidez hacia él—. ¿Tiene una reservación, joven?

— ¿Quién necesita reservar para venir a esta estúpida residencia? —frunció el ceño con molestia, notando que ella se quedó mirándolo—.

— Ohh... ¡Con que usted es huésped! Discúlpeme, no quería molestarlo. —sonríe hacia él un poco más, antes de guiarlo a una puerta de madera—.

Maxwell se quedó mirándola con confusión y rodó los ojos, hasta que tocó la manilla de aquella puerta. Pronto esta tornó de un color azul... Y para cuando la abrió, se topó con una nueva recepción, en la que todo era mucho más lujoso.

Adentro de aquella habitación, habían personas que vestían de túnica y poseían cristales de diferentes colores. El lugar se veía confuso a primera vista, ya que todos se encontraban de cabeza junto el resto de la habitación.

— ¡Disfrute de su hospedaje! —siguió sonriéndole con cariño aquella sirviente, notando como Maxwell seguía ignorándola—.

Una vez el pelinaranja se adentró a aquel lugar, la puerta fue cerrada y desapareció. Y pronto, el lugar empezó a girar lentamente-

— Con que esta es la residencia Garth... —susurró el chico para si mismo, mientras iba caminando con cuidado al notar que el lugar se volteaba. Y para cuando menos lo notó, ya se encontraba caminando por las escaleras al igual que los demás—.

Mientras este avanzaba, notaba a lo largo de su recorrido el que habían muchas puertas. Las cuales poseían un símbolo y un escrito en latín, acompañado de hojas de romero.

— ¿Quién es ese? —susurró uno de los residentes hacia su compañero de cuarto, quienes habían notado la presencia llamativa de Maxwell—.

— Evidentemente es un brujo. Pero no lo había visto andar por aquí antes... Y claramente no lleva la túnica. Él no es de aquí. —susurró hacia el contrario, sin quitar la mirada de aquel chico—. ¿Pero cómo es que encontró este sitio?...

Pronto, la presencia de Maxwell empezó a incomodar a más de uno, ocasionando que muchos en la residencia se detuvieran y se asomaran por el barandal de la escalera. Clavándole todas las miradas al peli naranja.

A este le dió igual y simplemente se acercó hasta lo que parecía ser la sala, en el que habían más personas con túnicas observándolo. A excepción de una loba pelinegra, cuyos ojos eran de un aspecto nublado y su piel era bastante pálida. Esta llevaba un vestido azulado holgado, con un corset en la cintura y una capa larga aferrada a su cuello.

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