E la mia felicità? [one shot]

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"Muchas veces el problema está en que tu corazón se niega a admitir lo que tu mente ya sabe."

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Después de que Berwyn se llevase a Dante del hotel, había dejado a este en aquella realidad a la que pertenecía. Una en la que los sueños sólo parecían quedar vagando por las lagunas de la memoria.

El cordero de cierta forma se había acostumbrado a lo que debía hacer. Conseguir gente dolida, meterlos en su mundo y así mantener vivo el acuerdo que realizó con el chacal. Todo por un simple y vital objetivo... No perder a su amada.

Aunque la verdad era, que parecía haberlo hecho. La ausencia de esos brazos que le dieron calor en sus peores momentos, empezaba a descompensarlo emocionalmente. Hasta el punto, en que poco a poco se fue demacrando su persona.

Aquel italiano, de ojos gentiles y apariencia risueña. Poco a poco se iba transformando en un ser desolado, decepcionado de todo aquello a que se le llamase vivo. ¿Por qué era tan difícil tener lo que amaba?

Ante su comienzo con un posible declive emocional, empezó a pintar sin parar día y noche. Él sólo deseaba crear un espacio en el que pudiese sentirse libre, pero eso era imposible...

¿Él no era libre ni en su propia imaginación?, ¿o es que también uno podía ser prisionero de sus propias ideas?

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En aquella casa del cordero, siendo ahora un lugar muy frío y casi oscuro de no ser por la luz que traspasaba aquel gran ventanal, detrás del cordero. El joven italiano se encontraba con la mirada perpleja y penetrante sobre un lienzo en blanco. No emitía ruido, apenas y respiraba.

El entorno que lo rodeaba era un desastre, tenía restos de pintura por varios lados, al igual que trozos de periódicos e incluso, de ropa. Sin apartar los platos y vasos abandonados apilados sobre una mesa. Estos últimos estaban sucios y polvorientos, posiblemente llevaban su buen rato sin lavar.

Por otra parte, se podía notar como habían varios potes de pintura amarilla casi vacíos y exprimidos repetidamente, estos iban en dirección al chico como si fuesen haciendo un camino. Solo que terminaban en sus pies... Y aquella pintura amarilla, en sus resecos labios.

El sabor de la felicidad era agrio, con algunos toques que no podía distinguir fácilmente. Era asfixiante y tóxico... ¿Por qué la gente seguía llamando alegría a algo tan repulsivo? Eso lo tenía pensativo.

— Señor Alighieri, ¿Otra vez comió pintura amarilla? —preguntó sutilmente una joven chica que estaba detrás de él, esta iba vestida de sirvienta, salvo que llevaba en el rostro una delicada máscara blanca, cuyos ojos iban pintados de marcador al igual que la sonrisa—.

— ¿Y de haberlo hecho te importaría... Delora? —respondió a secas aquel chico, quién miró por encima de su hombro a la contraria—.

— El señor Berwyn lo quiere en  perfectas condiciones... Sabe que no puede permanecer así. Y si él se entera de esto, dudo mucho que se contente.

— Da igual, si de verdad Berwyn fuese bueno él jamás me hubiese apartado de mi esposa. —volvió a contestar de manera dura, mientras apretaba sus puños con fuerza y mucha molestia—.

— Usted rompió una regla del tiempo y el espacio... Sabe que no debía-

Antes de que Delora siguiese, Dante se había levantado con prisa y le aventó salvajemente un banco de madera, para después intentar subírsele encima y así ahorcarla. Sin embargo, el chico estaba atado por cadenas en sus muñecas, las cuales se conectaban a la pared y limitaban sus movimientos.

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