XII

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Zhuzhi salió temprano a colgar sus nuevas prendas de Bai Zhan en el tendero personal de Liu Qingge. No estaba seguro por qué le habían traído ropa pero confiaba que su estadía fuera larga y próspe... ra.

–Ay, no puede ser, ¿qué están haciendo aquí?

–¿Qué pasa? –Liu Qingge salió a ver de qué se lamentaba Zhuzhi. No llevaba ninguna prenda sobre su torso, su espalda brillaba con el sol haciendo que Zhuzhi perdiera de vista el mundo entero.

–Mi primo Binghe trajo una horda de demonios para rescatarme... 

Liu Qingge miró al horizonte, el ejército compuesto de criaturas de todas las especies demoníacas conocidas llegando a Bai Zhan por tierra y aire. Pareció admirado de que todos hubieran venido por Zhuzhi.

–Esa era la idea –respondió, intentando hallar algún demonio serpiente entre los invasores ¿Zhuzhi tendría prometido?

–Si pero se pudieron haber tardado más –Zhuzhi la estaba pasando tan bien, obviamente que Binghe aparecería para pinchar su burbuja de ensueño.

–¡Zhuzhi Lang, vinimos a salvarte! –el pequeño gritó mientras un demonio de tres brazos lo levantaba en el aire –¡Ataca al líder mientras empezamos!

Zhuzhi bajó las escaleras a toda prisa. Liu Qingge se estaba descansando pero tenía que regresar pronto para ayudarlo a peinarse. Si Binghe no hubiera llegado a interrumpirlos, ahora estarían entrenando nuevamente.

–Binghe, ¿que no es hora de que te vayas a dormir? Mañana tienes que ir al templo a hacer tus oraciones.

–Esto es más importante que la religión –respondió Binghe, avergonzado de que los otros demonios supieran que todavía oraba antes de dormir.

–Si, pero si no le pides a Diosito Dianxia que te ayude a conquistar a Shen Qingqiu, no te hará el milagro.

Binghe asintió. Había olvidado que la fe podía mover las montañas de Cang Qiong. Se volvió a los otros mientras su padre corría para evitar que MoBei Jun padre congelara todo.

–¡Me voy, ustedes terminarán este trabajo! ¡Que no quede ninguno con vida pero traigan a Shen Qingqiu con vida!

–¡Pero tú dijiste "ninguno"!

–Creo que fui muy claro.

Liu Qingge se volvió hacia su discípulo principal, Yang Yixuan.

–Llama a los restantes maestros de Cang Qiong.

–¿Por qué?

–Los demonios invadieron la secta.

–¿Por qué?

–Quieren recuperar a Zhuzhi Lang.

–¿Por qué?

–Lo intercambiamos por el hijo de Tianlang Jun.

–¿Por qué?

–Porque él se ofreció.

–¿Por qué?

–No estoy seguro, quizás creyó que el hijo de Tianlang Jun no lo soportaría.

–¿Por qué?

–Porque es un niño.

Yang Yixuan desenvainó su espada para ir en busca de los otros once señores pero primero le guiñó el ojo a Zhuzhi, que regresó de mandar a dormir a Binghe.

–¿Por qué me guiñas el ojo?

–Porque ya sé por qué te ofreciste a cambio de tu primo.

Y se fue.

Zhuzhi Lang se avergonzó de que su secreto fuera revelado tan pronto pero no quiso desaprovechar la ocasión para peinar el cabello del dios de la guerra. 

......

Los tres jefes demonios avanzaron haciendo una perfecta coreografía. Los doce maestros de Cang Qiong que se habían reunido durante media hora para discutir los pasos a seguir, los esperaron listos para atacar ante el menor indicio de pelea. Luego avanzaron y solo se detuvieron un momento porque Shang Qinghua se había enredado con una rama y luego continuaron.

Estaban los doce, incluso Shen Qingqiu, quien pidió expresamente que alejaran a Su Binghe Jun de su presencia porque era un niño prematuro.

–¡Su Binghe Jun se fue a dormir, Shen-shixiong! –le gritaron y él se relajó.

Los demonios dieron otro paso peligrosamente cerca del señor de Qing Jing ¡Alto ahí!

–Exigimos que nos entreguen a Zhuzhi Lang vivo o muerto –exigieron.

–¿Algo más?

-No, gracias.

–¿Qué hay con ustedes?

–¿Ah?

–Les vamos a entregar a Zhuzhi Lang contra su voluntad pero ustedes deben realizar un juramento. 

–Nosotros no sabemos qué es eso.

–¡Juren que no lastimarán a Shen Qingqiu!

–¡No vamos a lastimarlo, Binghe volvió a equivocarse!

Los once señores asintieron. Shen Qingqiu se sentó sobre una roca y comenzó a abanicarse por el calor. Ya ni siquiera recordaba cómo habían llegado a este punto. El pequeño demonio le había asegurado que MoBei Jun quería golpearlo pero ¿cuál de los dos? ¿El adulto o el niño? ¿Por qué se llamaban igual? Era muy confuso.

–Zhuzhi, ya puedes irte con los tuyos –Yue Qingyuan abrió una jaula simbólica y le hizo una seña para que fuera con Tianlang Jun.

–¿Tengo que?

–Resignación, Zhuzhi...

Su XiYan se asomó detrás de un árbol justo para ver como terminaba todo ¡Gracias al cielo se había evitado una guerra necesaria con el mundo de la cultivo! ¡Y ella no había tenido que intervenir ¡Bendito Zhuzhi!

–¿Qué hay con mi caso? –el demonio albino exigió (cuando todos estaban ya dándose la vuelta para volver por dónde aparecieron), mirando a Shang Qinghua con reprobación.

–¿Y usted qué quiere? No lo topamos –respondieron los doce de Cang Qiong.

–Ese señor de An Ding me cobró hasta el aire que respiraba cuando vine la otra vez.

–Es lo justo por haber venido sin pasaportes –se defendieron los doce –Nosotros no tenemos tiempo de cuidar su cría no albina.

–Pero...

–¡Váyanse antes que les cobremos por haber venido a ensuciar con sus pies llenos de uñas con mugre nuestro suelo!

El líder Sha se volvió montado en cólera:

–¿Cómo dijeron?

Y todo empezó de nuevo.

Las aventuras de Binghe, el demonio infanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora