12. Perdida

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CAPITULO 12

Broocke.

Era jueves y Simón había llegado solo unos minutos atrás, pero desde que atravesó el umbral de mi puerta no había parado de hablar.

Nos dirigimos a mi cuarto y nos sentamos en mi cama, mientras el seguía hablando sobre lo increíble que era su novia.

Me sentía feliz por él. Sabía lo mucho que le costaba admitir sus sentimientos. Me alegraba que todo iba de viento en popa con Milly.

Siempre había sido demasiado tímido con las chicas.

-Iré a cenar hoy con su familia. -soltó de golpe.

Abrí los ojos hasta tal punto de que mis cuencas protestaron de la incomodidad.

Eso sí que fue inesperado.

-Así que va enserio. -dije sorprendida.

-¿No crees que vamos demasiado rápido?. -su voz sonó un poco dudosa.

Le sonrí y negué con la cabeza. Noté como se relajó.

Él merecía ser feliz. Su infancia no había sido fácil. Sus padres eran unos alcohólicos que nunca se preocuparon por él.

Me sentía más que agradecida con Milly por ser su lucecita en la vida.

Así que lo que le dije a continuación fue:

-Tal vez sí, tal vez no. Pero no significa que eso sea realmente malo. -me sinceré.

-¿Tú crees?. -su inseguridad se hizo presente de nuevo en su voz.

Sostuve su mano y le un pequeño apretón, para hacerle saber que siempre lo apoyaría como él lo hacía conmigo.

-Escucha, no soy quien para dar consejos sobre relaciones. -sonreímos e hicimos una mueca de manera cómplice. Ambos sabíamos que mi única relación fue un fiasco. -Pero algo tengo claro, a veces hay que tener un voto de confianza. -susurré. -además entre ustedes, el amor recíproco se siente a kilómetros.

-Es más doloroso el "y si" al "lo intenté". -concluí.

-Wow, a veces eres tan profunda. -dice, mientras simula quitarse una lágrima inexistente y los dos rompemos en una carcajada.

-Oh cállate. Soy toda una filósofa.

Los dos volvemos a romper en risas.

Seguimos hablando de trivialidades hasta que saca un tema que me pone un poco tensa.

-Asi qué...  Alexander te vio cantar. -No era una pregunta.

Resoplé.

-Ni me lo repitas. -gimo, mientras me tapo el rostro con una almohada.

Suelta una risita.

-¿Te gusta?.

-No, como crees. -aunque mi tono no expresaba lo mismo.

Sentía como si estuviera en un acertijo difícil de descifrar.

-Pues yo creo que tú le gustas a él. -exclamó.

Niego con la cabeza. Eso era imposible ¿no?.

-Estas viendo cosas que no son. -farfullo

-Lo que yo he notado es como te mira. -hace una pausa. -Y mierda, te mira como si todos a su alrededor no importaran.

Simón tiene que estar alucinando. Está malinterpretando todo.

Llevo casi 4 años yendo a la misma universidad que Alexander y nunca habíamos hablado antes. Dudo que siquiera hubiese sabido quien era antes del castigo.

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