Tu rostro lleno de pecas fue lo primero que ví en la vida.
Tus brazos, que me sostuvieron por 37 años, nunca se cansaron de hacer el bien.
Mi nombre en tu boca era el sonido más bello del planeta.
Y tus palabras mal dichas, son aquellas que llevaré escritas en mi corazón por la eternidad.
Fuiste la mejor mujer de todas!
Resiliente hasta el final, con una sonrisa que nunca se debió borrar.
Pero eras tan especial, una flor tan única en su especie, que el Creador te tuvo que llamar.
Que suerte la tuya de irte así sin más!!
Dejas cientos de corazones rotos, pero sabemos que allá arriba no paras de danzar.
Mereces la más grande corona, la más brillante de todas!!
Porque tu alma fue buena incluso en la adversidad.
¡Aprobada!
Corta se queda esa palabra!
Fuiste más que aprobada, te merecías el cielo y lo ganaste en un parpadeo.
Y aunque mi corazón se quedó hecho trizas, mis lágrimas no dejan de caer y tu ausencia no para de doler...
Se que algún día, espero uno muy lejano, te volveré a ver.
¡Te extraño, mamita hermosa!
Pero cada que miro al cielo, sé qué me sonríes y me dices: Siéntete bien.
*En honor a Eunice Olvera Hernández, madre, esposa, abuela... La mejor mujer de todas!!!*
