Hasta aquí...

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"Vivir con un trastorno no es vivir, sabes que algo está mal pero no lo logras solucionar. La gente te ve entero, saludable, sonriente" y no se imaginan el tormento que cada día se hace presente.

La ayuda viene y va, palabras y consejos que escuchas y quieres aplicar. ¿Para qué? Hoy estás bien, mañana también, llegará alguien que te recuerde lo patético de tu existencia disfrazando las palabras de "amor incondicional".

El sueño rosa del amor que todos buscan y anhelan sin saber que es una cadena perpetua.

¿Amar? ¿Qué carajos es eso?

La dependencia de un ser, el control que se entrega, la ambivalencia de un alma que busca ser libre atándose, quizá de por vida, a otro que jamás será su igual.

Porque el ser humano es así, egoísta, envidioso y egocéntrico. Disfrazamos el interés con egocéntrismo, se disfruta de la dependencia creada o entregada, tira de un lado y del otro sin realmente saber para qué.

Y al final está la separación, por diferencias, odios o muerte. Venimos al mundo solos, de igual manera nos iremos, sin ataduras y con remordimientos, porque siempre habrá de qué arrepentirse.

Y creer que un poder superior nos va a arreglar la vida, que escogió este camino para darnos una lección que seguramente solo se entiende en el umbral de la muerte.

Cansancio, hartazgo y ese ínfimo destello de esperanza que cada vez va menguando más porque llega el momento en que dices basta.

Basta de respirar, de sentir, de soñar, de anhelar y buscar.

Basta de creer que todo tiene solución porque la vida no es así, el precio que se paga por una ilusión de fingida felicidad son horas de insomnio, lágrimas en secreto y un vacío eterno.

Fingido interés, fingida amistad, fingido amor, todo al final se desmorona cual castillo de naipes. La verdad siempre sale a la luz... Siempre.

Y la gente nunca está lista para escuchar, creen que es el calor del momento, si se dice se siente, si se calla igual, y al final el silencio se vuelve en un asesino que te lleva de la mano, te dirige, te aconseja y te lleva a un solo destino.

Y honestamente... Hasta aquí llegué.

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