Eres la razón por la que siento demasiado... Demasiado miedo, disgusto, tormento y aberración.
Fuiste el inicio de todo lo malo que hay en mí, de mis ganas de no temer a morir, de mi amor por dañarme para poder escapar.
Eres la razón por la que no soporto un abrazo de mi progenitor, por la que decir amor es como tratar de revivir a un muerto, por la que callo todo lo que siento.
Aprendí a guardar silencio, a nunca confiar de más, a desconfiar de todos los que me llegan a mirar.
Y hoy, te has ido, y no sé qué sentir, pues destruiste la inocencia que se suponía debía vivir.
¿Paz, justicia, alegría? ¿Qué se supone deba sentir por alguien que murió dejando las marcas más invisibles y profundas en mi alma?
¿Perdón? Algún día, no hoy ni mañana, aún sabiendo todo lo que sé, no se me da el perdonarte.
Y no porque me crea santa y pura, si no porque me destruiste cuando apenas empezaba mi vida.
Y las muestras de amor las convertiste en algo sucio y pervertido, algo que no soporto mas que de una persona.
Tal vez, algún día acuda a tu tumba y te diga todo esto, tal vez solo lo escriba y lo olvide... Tal vez le pida a Dios tu eterno tormento.
Pero hoy por hoy, te digo adiós.