Perfecta (desenlace)

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Para actividad: #HazTuyaLaHistoria

Vi a través de un enorme vidrio a aquél hombre, él veía sus manos con incredulidad, la sangre se había secado.

—¿Por qué crees que lo hizo? —escuché a mi compañero preguntar.

Me encogí de hombros.

—Los psicópatas no necesitan una razón —respondí sin dejar de observar.

—Aun no deberías catalogarlo como tal —mi compañero me recordó.

—¿Viste la escena? Tengo escalofríos tan solo de recordar —murmuré.

Mi compañero tomó un sorbo de su café, yo no tenía estómago para tomar o comer algo, cada que recordaba aquella escena sentía ganas de vomitar.

—La servidumbre y su mujer. —mi compañero sacudió su cabeza—. Debe ser un hombre muy transtornado.

—O enfermo —murmuré mirando el archivo en mis manos—. Voy a entrar.

Mi compañero asintió y tomó otro sorbo de su bebida.

Entré a la sala de interrogación y cerré la puerta detrás de mí, el hombre no levantó su mirada.

—Buenas tarde señor...

—Izan —él me interrumpió, hizo sus manos puños y apretó—. Dígame Izan.

Asentí y dejé el archivo en la mesa metálica.

—Muy bien Izan, te recuerdo que te negaste a tener un abogado presente. —él asintió lentamente—. Me gustaría saber porque lo hiciste.

La mirada de Izan estaba fija en sus manos ensangrentadas.

—¿Raúl? —preguntó en un susurro.

—Su hijo está con servicios sociales, la familia de ella viene en camino.

Su ceño se frunció, parecía no estar de acuerdo con eso, sin embargo no me lo hizo saber.

—Ella no se iba a detener... perdió el control —susurró en voz casi inaudible.

—¿Por eso los mató? —pregunté fríamente.

Él por fin me miró, sus ojos grises se veían atormentados.

—Yo no los maté, la debía detener, se perdido a sí misma —me dijo con urgencia.

Me senté frente a él y crucé mis brazos.

—Cinco cuerpos, algunos desmembrados, el de su mujer fue el único entero... —abrí con enojo el folder frente a mí y extendí las fotos, él se estremeció—. ¿Me está diciendo que no hizo esto? —puse al final la foto del cuerpo de su fallecida esposa, sus ojos quedaron abiertos, en ellos aún se podía ver la sorpresa.

Izan pasó su mano por la foto de su mujer con tristeza.

—Solo ella, la debía detener —me repitió con la voz quebrada.

—¿Fue por el seguro de vida? ¿Mató a la servidumbre para no dejar testigos? —casi le grité.

Él negó con su cabeza con vehemencia, no quitaba la mirada de la foto de su esposa.

—La debía detener —susurró.

Me levanté y azoté las manos en la mesa causando un sonoro estruendo.

—Si no habla juro por Dios que conseguiré la pena de muerte —murmuré enfurecida.

Sus ojos grises se fijaron en mí antes de soltar una risa llena de amargura.

—Me lo merezco, no la detuve antes.

Lo miré con irritación.

—Seguro se sentirá orgulloso cuando su hijo se entere como mató a su madre —estaba cayendo bajo, el hombre frente a mí no decía algo que me ayudara a crear un caso fuerte.

Sacudí mi cabeza y tomando las fotos me dispuse a salir, él de pronto tomó mi mano y me miró con un silencioso ruego.

—Daba vida cada que arrebataba una, cientos de ellas a través de los años, debe buscar el bosque —me rogó.

Lo vi confundida, nada de lo que decía tenía sentido, jalé mi brazo y caminé a la puerta.

—Busque el bosque —gritó antes de que ésta fuera cerrada.

Me compañero me vio con un ceja arqueada, estaba igual de confundido que yo.

****

Estaba frente a cinco cuerpos cubiertos por sábanas blancas.

—¿Qué encontraste? —le pregunté al médico mirando con detenimiento frente a mí.

Él suspiró y sacudió su cabeza, caminó al primer cuerpo y lo destapó, era la esposa.

—Ella fue apuñalada por la espalda como ya sabes. —levantó su brazo y me mostró la mano—. Hay rastros de sangre de los otros cuerpos debajo de sus uñas.

—Eso puede ser porque trató de ayudarlos —lo interrumpí.

Él asintió.

—Eso pensé, hasta que revisé sus piernas. —descubrió las piernas, estaban llenas de rasguños—. Las uñas de la cocinera tienen restos de la piel de ésta mujer.

—Oses que ella la rasguñó.

El médico asintió, me miró preocupado.

—La fuerza con la que la servidumbre fue asesinada, no es la misma con la que ella lo fue, parece que con ellos se ensañaron —me dijo confundido.

—¿Qué tratas de decirme?

Me miró directamente a los ojos.

—Creo que ella los mató.

Miré los otros cuerpos y luego el de la mujer, fruncí el ceño, ¿por qué los mataria si llevaban toda una vida con ella?

Mi celular sonó.

—Galván —dije, mis ojos se abrieron con sorpresa al escuchar lo que me estaban informando.

Izan se había suicidado.

****

Miré con fijación el frío cuerpo de aquel hombre que nunca me habló con coherencia, se llevó el delito y la justicia con él a la tumba.

—Te dijeron que cerraras el caso —mi compañero dijo.

Asentí sin desviar la mirada de Izan, había usado sus pantalones para colgarse de los barrotes de la ventana.

—Busca el bosque —murmuré.

—¿Qué? —me preguntó mi compañero con confusión.

Lo miré unos momentos.

—Me dijo que buscara el bosque.

Mi compañero negó con su cabeza.

—Estaba desequilibrado mentalmente.

Fruncí el ceño y salí de la morgue, caminé hasta el auto y saqué el archivo del caso, estaban varias propiedades bajo el nombre de la mujer.

—Calle Manzanares es un lugar lleno de ranchos —me dije a mí misma, tomé una desición.

****

—Cada cierto tiempo la señora traía árboles, lleva años haciéndolo —escuché.

Vi incrédula frente a mí, kilómetros de tierra con árboles grandes y pequeños me dieron la más terrible bienvenida.

—Dios mío —susurré, ahora entendía lo que Izan me estaba tratando de decir.

Su esposa Akemi llevaba años matando gente, cada que mataba a alguien enterraba un árbol en aquél lugar.

«Daba vida cada que arrebataba una» resonó en mi mente una y otra vez, por eso la mató.

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