Para actividad: #HazTuyaLaHistoria
En memoria de mi tío JosuéLlevaba una hora esperando la llamada, esa que le daría la dirección que tanto necesitaba.
Se sentó en el sillón con el celular en la mano, su corazón latía con fuerza, las manos le sudaban.
Por fin el anhelado sonido se escuchó, contestó rápidamente y trató de aprenderse la dirección.
Colgó y vio a su esposo entrar por la puerta.
—¿La conseguiste?
Ella asintió, tenía un nudo en la garganta, puso su mano sobre su abultado vientre, se supone que no debía alterarse.
—Vamos, si llegamos —su esposo le dijo tomando su mano y llevándola hasta el auto.
Se subieron, le dio la dirección y comenzó a manejar.
Vio por la ventana tratando de no derramar más lágrimas, pero los recuerdos se comenzaban a desbordar sin que ella los pudiera controlar.
El día de su boda, sus lágrimas y la emoción con la que les dio su bendición.
—Te llevas a una gran mujer, que se merece todo el amor —le dijo a su esposo con la voz quebrada.
—Cuídala porque es lo más preciado que vas a tener, ámense por sobre todas las cosas —continuó.
Ellos sabían de buena fuente que ninguna de sus hijas lo invitó a su boda, así que ese momento había sido especial para él, un pequeño regalo que le dieron por todo aquello que fue para ellos.
Las lágrimas se desbordaron con más intensidad cuando recordó verlo bailar con su madre, dirigir la fila de conga y reír a carcajadas cuando sus serios padres se unieron a él.
—Ya no llores, le hace mal al bebé —su esposo trató de recordarle.
Pero ella no podía detenerse, la primera vez que vio a su primogénito llegó a su mente.
—¡Es hermoso hija! —le dijo cargando al pequeño.
Siempre la llamó hija a pesar de ser su sobrina, siempre tuvo un lugar especial en su corazón para ella, cuando todos la ignoraban él la hacia sentir que pertenecía.
Lo que hizo por ella y su esposo, llegar al grado de detener a aquellos que les hacían daño...
Y todo se estaba acabando, maldito vicio, maldito alcohol ¿Por qué se estaba llevando a aquél que un padre consideró?
Llegaron al hospital en pocos minutos que a ella se le hicieron una eternidad, al bajar vio a aquellos que eran sus hijos de sangre.
No pudo evitar el coraje que la inundó, solo así lo venían a ver, si, él cometió errores, como todos, pero ellos lo hicieron a un lado como si de un extraño se tratara.
—¡Lily! —la esposa le llamó, no se llevaba bien con aquellos hijos, pues también sabía la historia.
—¿Llegué? —ella preguntó temerosa.
La mujer le dedicó una mirada calculadora, ella era fría y solo de milagro le avisó la situación, pocos sabían lo que ese hombre llegó a ser en la vida de Lily.
—Si, está en la habitación 204 —le informó.
Lily miró a su esposo el cual asintió, ella entró al hospital, pasó la recepción y subió el elevador, jugó con sus manos con nerviosismo, no sabía que le diría, es más no sabría si podría hablar.
Puso de nuevo su mano en su vientre, en dos semanas iba a ser el baby shower y una vez más él iba a ser su invitado de honor...
El elevador se detuvo y ella inhaló con pesadez, odiaba los hospitales, la desesperanza que los inundaba era algo que no toleraba bien.
Llegó hasta el cuarto con el número 204 y entró a paso lento, la vista que la recibió le detuvo el corazón.
Ese hombre grande, fuerte y robusto ahora sólo era una sombra que la cirrosis estaba dejando, trató de ahogar el sonido de angustia.
—Tío —Lily susurró caminando y poniéndose a su lado.
Su tío abrió los ojos lentamente y la miró, una diminuta sonrisa se formó en sus resecos labios.
—Hola hija —susurró en una voz arrastrada y ronca—. Me alegra que estés aquí.
Bajó su mirada lentamente y miró su abultado vientre.
—Estoy seguro que será hermoso como el pequeño Yoel —le dijo con ternura.
Lily trató de controlar las lágrimas pero fue inútil, se iba a despedir de aquel tío que había amado como si de su padre se tratara, el único que le dio esperanza cuando todo a su alrededor se derrumbaba.
—Te voy a extrañar —ella murmuró con la voz quebrada.
El hombre en la cama estiró sus brazos con dificultad y la atrajo hacia él para darle un abrazo.
—Ay hija, yo también —susurró en su oído mientras ella por fin dejó salir la tristeza y angustia que la invadían.
Lily sacudió su cabeza, no quería decir adiós.
—No quiero que te vayas, tenías que conocer a Japheth... Quería que estuvieras ahí con nosotros viendo lo que tu fe y palabras lograron —Lily susurró alejándose de él.
Su tío la miró con ternura y tomó su mano.
—Lo estoy viendo hija, y me da gusto por ustedes, te he visto crecer y madurar en estos años, caer y volverte a levantar, me da orgullo ser tu tío —su voz se quebró ligeramente—. Sobre todo te agradezco que me hayas hecho parte de tan hermosos y valiosos momentos.
Lily lo abrazó de nuevo teniendo cuidado de no lastimarlo.
—Siempre has sido y serás mi tío favorito —susurró—. Gracias por todo.
Escuchó un suspiro y sintió la mano de su tío caer a su lado, se alejó de él con sorpresa y vio que tenía los ojos cerrados y una ligera sonrisa en sus labios, pero ya no veía el subir y bajar de su pecho.
Sintió como si algo apretara con fuerza su pecho, un vacío en su estómago y lágrimas en sus ojos.
Las dejó caer con libertad, acomodó las manos de su tío en su pecho y le dio un beso en la frente.
—Nos volveremos a ver, espérame que algún día te alcanzaré —Lily susurró con la voz quebrada, estaba segura que algún día lo vería en el más allá.