Para concurso: Carrot Crew Awards
Vestido perfecto, maquillaje perfecto, peinado excelso.
Veía su reflejo en el espejo, aplicó un poco más de brillo en sus carnosos labios y le lanzó un beso al reflejo.
—Te ves hermosa —escuchó detrás de ella.
Volteó y le dio una sonrisa coqueta a aquél hermoso hombre que la veía desde el marco de su puerta con las manos en sus bolsillos.
Se acercó a él y depositó un apasionado beso en sus labios.
—Todo para ti —ella susurró de manera seductora.
Sus ojos grises la veían con deseo y pasión, pero empezarían tarde si se dejaban llevar, aún así el hombre la tomó por la cintura y le besó su cuello de manera lenta y sensual.
—Me vuelves loco Akemi —él susurró.
—Lo sé Izan —ella le respondió haciendo de lado su cabeza para darle mejor acceso a su cuello.
Izan suspiró y puso un último beso en su hombro.
—Han llegado —le susurró.
Akemi volteó y tras pasar su mano por su fuerte mandíbula caminó hacia el pasillo.
—No los hagamos esperar.
Izan vio a su mujer alejarse, caminaba contoneando sus caderas de una manera que lo volvía loco de deseo.
Se puso su saco, y tras revisar que su camisa y la pajarita estuvieran en su lugar, siguió a su esposa.
Bajó las escaleras, ella ya estaba en el recibidor dándole instrucciones a la servidumbre, quería que la cena fuera perfecta, como todo lo que ella hacía.
—Izan, mi vida, la cena está lista —Akemi le informó con una sonrisa.
Él asintió, sus amistades comenzaron a entrar por la puerta, a cada uno de ellos su esposa les saludó con una brillante sonrisa.
—Es un honor recibirlos —ella les decía, Izan se sentía orgulloso al ver los ojos de sus amigos, muchos deseaban a aquella mujer que todos los días despertaba a su lado.
Sus ojos verdes lo miraron por unos segundos cuando todos se dirigieron al comedor, se humedeció los labios antes de seguirlos.
«Esta mujer me vuelve loco» pensó sintiendo el deseo comenzar a carcomerlo.
Se sentó junto a ella en aquella larga mesa, la servidumbre comenzó a servir vino, una plática se formó en la mesa mientras cenaban.
Risas y anécdotas fueron compartidas por horas.
—¿Tu has cocinado Akemi? —la esposa de su amigo preguntó.
La mencionada limpió su boca con la servilleta de tela antes de contestar.
—En su mayoría —le respondió con una pequeña sonrisa.
—Debes de estar agotada, cocinar para tanta gente estos espléndidos platillos debió ser un reto —otra de las mujeres comentó.
Akemi la vio de una manera a la que Izan no le pudo poner nombre.
—Me gusta que todo salga perfecto, por eso prefiero hacerlo yo —Akemi respondió seriamente.
—Lo sabemos Akemi, eres la perfección encarnada —la esposa de su mejor amigo le dijo con una sonrisa.
Akemi la vio fijamente antes de darle una sonrisa que por un momento hizo a su esposo estremecer.