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Aquel día había empezado para He Tian igual de insulso y cansado como todos los demás.

Se despertaba temprano por la mañana en su enorme cama y entre sábanas frías, siendo el único calor mañanero la suave luz que besaba su piel a través de sus enormes ventanales. Disfrutaba de quedarse quieto saboreando de esa calidez hasta que sonará su alarma.

Tomaba una ducha de agua fría pensando en las cosas que tendría que hacer durante el día. Un repaso mental de lo infernalmente aburrido que sería su día mientras el agua fría calaba y recorría todos sus músculos.

Con una toalla en la cintura salía a la cocina, a veces tenía suerte en recordar comprar cereal para desayunar, lo cual, hoy no era el caso. Sólo se preparó una taza de café instantáneo sin azúcar y un cigarro, su desayuno no era lo más saludable, pero realmente poco le importa, simplemente tomaba su taza y calaba su cigarro frente a los ventanales viendo con desinterés la vista que estos le ofrecían.

Cuando terminaba su café dejaba la taza en el fregadero y proseguía a meterse en su closet; buscaba sus usuales suéteres cuello de tortuga negros que usaba con tanta frecuencia y unos pantalones del mismo color, sus zapatos normalmente brillantes y su infaltable reloj de muñeca un modesto y clásico Rolex que le había dado su hermano cuando cumplió 18, ¿Cuánto tiempo había pasado ya? Estaba seguro de que cumpliría 33 en unas semanas.

Cuando ya estaba listo recogía su portafolio de la entrada, tomaba sus llaves y salía de su departamento. Bajaba en el ascensor y saludaba amablemente si se topaba con algún vecino. En el estacionamiento buscaba su Mercedes Benz entre los otros autos corrientes y conducía sin prisa hasta el centro médico en el que trabajaba, donde estacionaba en su lugar privado y se quedaba unos minutos recostado en el asiento del auto, mentalizándose para lo que viniera teniendo a cargo tres internas.

Bajó del coche y caminó hacia la entrada, respirando hondo para otro día aguantando el maldito e insoportable frío del aire acondicionado junto con el olor a esterilizado y antiséptico de todo el jodido hospital.

Saludó a varios de sus colegas y una que otra enfermera a las que los fines de semana se solía gozar. Fue a su oficina y no se sorprendió de que ya Liu Mei estuviera ahí.

—Puntual como siempre señorita Mei —resaltó He con una sonrisa torcida interiorizado el fastidio—. Buen día.

—¡Buenos días Doctor He! —saludó animada la joven.

—¿Llenaste el papeleo que te pedí ayer?

—Sí Doctor He, está en su escritorio.

—Bien hecho, voy por un café. Cuando lleguen las demás vayan a buscarme.

La típica escusa que siempre decía para sacársela de encima, no fue buena idea haberse enredado con una de sus propias internas, ahora parecía tener un puto chicle en la suela de su zapato.

Llegó a la cafetería dispuesto a tomarse un café y quizás comerse una barra nutritiva, más la idea de relajarse desapareció cuando su vista alcanzó una cabellera plateada, se había olvidado que era el lugar favorito de Jian Yi para matar el tiempo entre consulta y consulta.

—Nueve y media de la mañana He Tian, llegas súúúper tarde —lo regañó apenas lo vio.

—Buenos días para ti también Jian Yi.

Las demás personas pasaban y comían a su alrededor mientras ellos se mantenían de pie en la barra. Entonces Tian pidió su típico americano.

—Oye He Tian, siendo que tienes turno en urgencias hoy, ¿no deberías estar acá más temprano que nadie? —Preguntó con burla mientras movía una bolsita de té en su taza—. Además, tardaste tanto en llegar que el tipo que tuvo el accidente automovilístico ayer falleció hace unos minutos.

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