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Sintió su corazón dándole un fuerte golpe en el pecho, quizás fue el dolor de cabeza que tenía lo que acababa de hacer que fuera consciente de que seguía vivo.

Le dolía todo el maldito cuerpo y le costaba respirar, poco a poco iba tomando el control de sus sentidos, logrando oír voces cerca de sí mismo cuando el pitido en sus oídos desapareció.

—... Entonces estábamos paseando por el centro comercial, pero no encontré la cartera que quería, ya se había agotado, mi novio me vio tan triste que me invitó un delicioso pastel de chocolate en un café recién inaugurado.

—¿El que tiene una pinta de local Francés?

—Sí justamente ese, ¡Deberíamos ir juntos la próxima vez!

—Tienes razón, Doctor He, ¡Vamos! Anímese y vaya con nosotras.

—sería un placer chicas, pero estoy muy ocupado últimamente y ustedes deberían estudiar más para sus parciales.

Las voces chillonas resonaban en su cabeza y le hacían sentir que está palpitaba, causándole más dolor. Sus ojos pesaban demasiado pero hacia su mejor esfuerzo por abrirlos.

Cuando lo logró, un panorama borroso lo recibió, valores blancos y luces era lo único que veía, poco a poco enfocó la vista, miro a su alrededor encontrando una espalda femenina junto a su brazo, una muchacha estaba sentada a su lado.

Siguió explorando con la mirada lo que estaba a su alrededor.

—Veo que despertaste Red —una voz ronca pero serena acariciaba sus oídos.

Entonces sus ojos enfocaron la mancha negra que tenía a un lado, sentado en una silla junto a él. Un hombre moreno con una mirada tranquila lo observaba sin titubear y el bermejo le devolvió la mirada con el ceño fruncido. He Tian al ver esto sonrió ligeramente.

—¿Cómo te sientes Red? ¿Tienes alguna incomodidad? —preguntó ciertamente interesado en que respondiera.

—¿D... dónde carajos estoy? —murmuró bajito, su garganta dolía horrores y la mueca que hizo se lo dejó claro al pelinegro.

Sintió una molestia en el hocico y entonces fue consiente de la máscara de oxígeno que tenía puesta, con la mano temblorosa logró quitársela y la dejo en su barbilla. Entonces una de las internas se apresuró en cerrar la tuerca del oxígeno.

—Trata de no hablar mucho, te realizaron un lavado gástrico, así que puede que presentes dolor en las cuerdas vocales, en el esófago o incluso en el estómago. Tómalo con calma.

—¿Lavado... gástrico? —Mo estaba confundido.

He Tian lo observó con estoicismo, y el bermejo lo vió apretar un poco la mandíbula.

—señor Red, usted tuvo una sobredosis, se encontró una gran cantidad de metabolitos de cocaetileno en su organismo, estuvo muy cerca de una muerte súbita.

—¿¡COCAETILENO!? —El grito de impresión de las chicas resonó en toda la habitación.

—¿Estas demente? —le reprochó una de ellas—. ¿Querías suicidarte o qué?

—Dios, da tu carrera por muerta si la prensa se entera de que consumes drogas.

He Tian miró de mala manera a sus internas, ese no era un comportamiento profesional. Habían logrado alterar al paciente.

En la cabeza de Red eso había sido mucho para procesar en tan poco tiempo, los recuerdos de las luces, los gritos de público, el escenario, la mirada intensa de She Li y el insufrible ahogo que lo había consumido lo golpeó de repente.

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