𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 10

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𝐒𝐡𝐞⁂

—¿Por qué lloras mi niña? —Preguntó una voz profunda a su espalda.

Bris no necesitó darse la vuelta para saber de quién se trataba, pues era su ángel y cada vez que la dejaban sola, él se acercaba a ella y la reconfortaba con sus palabras, más nunca la tocó y eso ella siempre lo agradeció.

Había vivido siempre debajo de la falda de su madre y de la protección de sus hermanos, pero ahora, su familia ya no estaba y los hombres eran muy crueles con ella, pero, sobre todo, las mujeres, las cuales no tomaban ningún reparo en insultarla o en golpearla cada vez que no las complacía como ellas deseaban.

Era una esclava y no podía hacer otra cosa más que rezar y llorar, pero su ángel, era como la respuesta de sus dioses que tanto necesitaba en esos momentos.

—No quiero olvidar quién soy—Sollozó mientras soltaba el pedazo de metal que se había robado de la armería en un momento en que la mujer de su señor la descuidó.

—¿Por qué olvidarías quién eres? —Volvió a preguntar la voz, pero esta vez, lo sintió a su lado.

Bris levantó la vista y ahí estaba, su tez siempre era pálida incluso debajo de la luz de las velas y sus ojos, tan oscuros como la noche.

Su ángel era guapo, dolorosamente guapo para la vista, pero para ella, era como ver a un padre.

El hombre bajó la vista hacia la muñeca derecha de la muchacha y esta estaba enrojecida. De esta brotaba sangre caliente, y sin siquiera inmutarse ante la delicia que caía a la tierra, él cogió la tela de su túnica y rompiéndola, cubrió su muñeca con la misma.

—¿Intentas suicidarte? —Preguntó el hombre mientras envolvía con tanta delicadeza su muñeca, pero teniendo mucho cuidado con tocarla, porque sabría que la podría asustar y en ese momento, no deseaba perturbarla más de lo que ya estaba—¿Quieres privar este precioso mundo de tu presencia?

Bris sorbió la nariz mirándolo a los ojos.

—No—Respondió—Pero no quiero olvidar mi nombre.

El hombre la miró.

—Ellos me dieron un nuevo nombre, pero olvidar quién soy implica perderme a mi misma y no quiero que, en el momento de mi muerte, los dioses me nieguen la entrada a su paraíso solo porque olvidé mi tierra.

El hombre, el cual se encontraba de cuclillas, suspiró y con mucho cuidado, colocó un mechón de cabello que caía en el rostro de Bris detrás de su oreja.

—Los dioses son benevolentes a aquellos seres desesperados y perturbados, mi niña. Ellos jamás te castigarían incluso si olvidaras tu nombre.

—¿Por qué estas tan seguro de eso? —Preguntó esta vez Bris.

—Porque ellos me lo susurraron en el oído. Por eso estoy aquí, para velar tus sueños y cuidar tu alma.

La muchacha volvió a derramar lágrimas y el hombre no hizo nada más que reconfortarla rodeándola con sus propios brazos.

Bris se acomodó en su pecho ignorando el hecho de que él no respiraba y que era tan duro como el metal.

—Solo quiero irme de aquí. Quiero que esta pesadilla acabe, por favor, haz que acabe de una vez por todas.

El hombre se alejó momentáneamente de ella para mirarla a los ojos.

—Tus ojos son como la tierra fértil del campo. No llores más, porque en este momento, te ofrezco una solución.

Umbra | Sombras [Jasper Hale]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora