In my arms

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Nuestra segunda cita es en su casa, acomodadas en el sillón con un par de tazas de té, unas galletas que dijo que las hizo ella misma y sus tres gatos.

Wends está acomodado extrañamente en mis hombros, como una de esas almohadas de viaje que se colocan rodeando el cuello, Trip está en el regazo de la linda castaña frente a mí y el tercero, una gata gris que se llama Cenicienta está entre ambas, pero apoyada sobre su dueña.

—Nid, tengo... Algo para decirte —digo con nervios al cabo de al menos una hora de nuestra cita—. Yo... Sí me gustan las mujeres.

Ella empieza a reír y siento morir de vergüenza, cubro mi rostro con una mano para no verla.

—Mer... —su mano se posa en mi hombro y me sacude un poco hasta que la miro—. Todos lo saben, Mer.

—¿Qué? Pero... ¿Es tan obvio? —susurro.

Enid asiente.

—Es tan obvio que hasta los heterosexuales se dieron cuenta —dice y fruncí el ceño sin entender—. ¿No lo sabes? Digo, el radar gay y eso.

—E-Eso es un mito, Sincalir, nadie puede detectar si-

—¿Nunca te diste cuenta que los heterosexuales asumen que son mayoría y por eso no encuentran todos los gays y lesbianas que hay en el mundo? En cambio, los homosexuales, o cualquier persona LGBT, saben que hay muchísimos y que son los heteros los que escasean. Por eso saben distinguir.

—¿Crees que tanto?

Asiente.

—Hay muchísimos bisexuales, Mer. Y hay otros que por su homofobia no ven que no son heterosexuales, pobres reprimidos... Pero ese no es el punto —cuenta, negando—. Lo que decía es que, se te nota tanto que hasta esos estúpidos heterosexuales se dieron cuenta.

Asiento, apretando los labios, no sé que decir, ella nota que estoy incómoda y arrepentida.

—¿Tanto te importa que la gente lo sepa? —pregunta, su voz es suave—. ¿Tanto te importa que digan?

Se acerca a mí, buscando mis ojos, tardo unos segundos en alzar la vista del suelo, asiento como respuesta.

Me sonríe ligeramente y no sé si es de pena o qué, pero su sonrisa me hace sentir bien por dentro.

—Mer... Tu vida va a durar más que la mía, no te
dejes morir en el armario por voluntad del otro. No desperdicies todo el tiempo que te queda, sé tú misma, sé quien quieras ser, haz todo lo que quieras hacer... Y no lo hagas por algo como la muerte cercana o así, no seas como yo.

Su voz es triste, sus ojos son tristes, y las lágrimas que guarda en ellos también son tristes.

Enid Sincalir no va a ser eterna.

Miro sus ojos, siento su cercanía y su calor, miro sus labios y ella hace lo mismo con los míos.

Una parte de mí quiere apartarse, otra parte quiere quedarse, y no lo entiendo.

Quiero besarla. He tenido estas ganas antes, pero ahora está frente a mí, es una gran oportunidad que me digo que no puedo desperdiciar.

Otra parte, que ganó todas las anteriores ocasiones en las que podría haberla besado, esa parte que me dice que no, ahora es una voz inexistente, se calla conforme pasan los segundos en que nuestras miradas se unen.

Nuestras citas me afectaron más de lo que creía.

Tal como me acaba de aconsejar, quiero hacer lo que quiero, y no quiero desperdiciar mi vida sin haber besado a Enid Sincalir.

Mis manos van a sus mejillas, tiró de ella, haciendo que los gatos escapen por la brusquedad del movimiento, atrayéndola hacia mí de golpe, la escucho dar un gritito de sorpresa, cierro mis ojos y nuestros labios se encuentran, se unen, se encajan y se completan.

Nunca había sentido un beso así.

Al cabo de unos segundos, comienzo a moverme sobre sus rojizos belfos, mis labios los comienzan a reconoces con pequeños movimientos y los de ella hacen lo mismo.

Acaricio sus mejillas con mis pulgares y parece reír aunque suena ahogada por el beso.

Enid se separa para dar bocanadas de aire y regresa a mis labios, besando con más énfasis que al principio, los siento cada vez más húmedos por la saliva de ambas, lo hace varias veces, cada vez más seguido, su respiración se hace pesada y demasiado agitada para un beso tan suave, termino soltando sus mejillas cuando siento la humedad de sus lágrimas en mis dedos, al abrir los ojos la veo llorar.

Sus manos aprietan sobre su corazón con fuerza, su expresión es triste pero tiene algo de dolor por su ceño fruncido y la mueca de sus labios, su respiración es agitada y errática.

—M-Mer... —llora.

—E-Enid... —intento acercarme a ella pero se desploma y cae en mis brazos—. ¡Enid!

—G-Gra-cias... —susurra.

—¡Enid!

confession; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora