Our first time

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Sus brazos son cálidos.

Merlina está totalmente roja, y sus ojos no pueden ni mirarme de la vergüenza que carga.

Sonrío con ternura, acariciando sus mejillas, me mira con timidez.

Ambas estamos sentadas en mi cama, vestidas. Sus manos se posan en mi cintura, pero está tensa, estamos muy juntas y me siento cálida, aunque ella está demasiado nerviosa.

—Mer... Tranquila —le pido—. Ninguna de las dos es una experta, será despacio, ¿si?

Sus ojos me miran con duda.

—Primera cosa que sientas mal y paro —asiento.

Me mira un segundo en silencio antes de besarme con lentitud, correspondo en seguida, nuestras lenguas se rozan, pequeños chasquidos suenan en la habitación cada vez que nuestros labios se separan mínimamente.

Mis manos van debajo de su remera, se tensa con el contacto de mis dedos con su piel, dejo caricias hasta que se relaja un poco.

Tiro de su remera hacia arriba, separo el beso para quitársela, y su moreno pecho queda a la vista, mis ojos se pierden un poco en lo bonita que es su piel, y no puedo resistir a acercar mis labios a su cuello, cerca de sus clavículas, para besar unas cuantas veses, sacándole jadeos, y luego comenzar a succionar mientras mordía ligeramente la zona.

—E-Enid... —sus manos van a mi cintura y la aprietan, tomo una de ellas y la dirijo debajo de mi camisa, me separo, conforme con la marca rojiza que dejé.

—Quítame la ropa —pido, exagero el tono necesitado de mi voz, Merlina traga duro—. Por favor.

Tarda un segundo en comenzar a desabotonar mi blusa, yo me dejo a su merced y no hago más que mirar sus temblorosas manos, me libero de la tela que cubre mi pecho y sus manos se enganchan en mis jeans.

Me acuesto mirando el techo, alzando mi trasero de la cama para que pueda quitarme los pantalones, está tan nerviosa que me deja las bragas aún puestas.

Suelto una risita sin poder evitarlo y me mira, sintiéndo que hizo algo mal, lo noto en su expresión.

Me levanto un poco para besarla con suavidad, apenas un pequeño beso antes de llevar mis manos al cierre de sus jeans, la noto tragar duro.

—Mer —la llamo de nuevo, y sus ojos me miran, parecen los de un cachorro perdido—. Tranquila, gatita —llevo una mano a su mejilla y la acaricio con ternura, mi otra mano desabotona sus pantalones—. Hazme lo que quieras... Estará bien.

Su rostro me mira sin expresión alguna un momento, antes de acercarse a mí de golpe y besar mi cuello, sacándome suspiros mientras sus labios descienden sobre mi cuerpo hacia mis pechos, entreteniendose en mis pezones, haciéndome gemir su nombre.

Lame mi abdomen y siento un cosquilleo, sus dedos encuentran el borde de mis bragas y las retira mientras sus labios dejan besos conforme baja.

—M-Mer... —murmuro su nombre con voz temblorosa, la idea de lo que hará me hace gemir bajo.

Sus labios se posan en mi centro, la calidez me hace suspirar, tiemblo completamente, mientras ella comienza a chupar con lentitud y cuidado, pasando su lengua por mi clitoris.

Mis manos buscan su cabello y se enrredan en este, pidiendo por más, comienza a succionar y suelto gemidos sin poder retener ninguno de ellos.

Siento que voy a correrme al cabo de unos minutos de tenerla ahí abajo, quiero decírcelo pero las palabras no salen, son sonidos incoherentes que me avergüenzan.

Sus manos van a mis pechos y los masajea, me hace temblar.

Acabo en su boca y la escucho tragar todo lo que libero, no puedo evitar sonreír, mis manos dejan su cabello y acaricio su rostro, se separa de mí y sus ojos se encuentran con los míos, sus manos toman las mías, se acerca un poco a mi rostro para susurrar mientras se lame los labios.

—¿Cómo vas? —pregunta.

Yo asiento, sin dejar de sonreír.

—Perfectamente —digo.

Mi corazón late con fuerza, no está acelerado, sólo que los latidos son fuertes.

Ella parece dudar, sus brazos rodean mi cintura y su oreja se posa en mi pecho, se pega a mi cuerpo, sonrío un poco más porque me parece tierno, acaricio su cabello mientras escucha mi corazón por unos segundos.

—Mantente así, bebé —pide.

—Lo estás haciendo bien, Mer.

—¿Quieres seguir?

—Claro que quiero.

Se separa de mí para mirarme un segundo, nota la seguridad en mis ojos y baja la vista cuando se quita sus pantalones y su ropa interior a la vez, mis ojos van a lo que no puedo evitar no ver, sacando un suspiro.

—Que deliciosos muslos, Mer.

Ella sonríe con vergüenza.

—Ese apodo tierno no entra en esa frase.

—Que deliciosos muslos, Mommy —cambio en medio de una carcajada porque eso me provoca vergüenza ajena, ella insulta bajo.

Merlina prefiere no hablar porque sabe que será en vano, en cambio, toma mis piernas y las levanta, colocándose entre ellas, las acomoda sobre sus hombros, quedando mis rodillas sobre estos.

Lleva dos dedos a su boca y los comienza a lubricar, sus ojos están sobre los míos, me apresuro a llevar dos dedos a mi boca y a hacer lo mismo, su ceño se frunce en confusión, termino antes que ella de lamerlos bien y los llevo a mi entrada.

—Puedo hacerlo sola —digo, mientras masajeo cerca de mi clitoris bajo su atenta mirada.

Cuando introduzco el primer dígito en mí, no puedo evitar gemir con algo de molestia, pero con sólo imaginar que Merlina estará allí en unos momentos, sonrío y me pongo más caliente.

Su mano se estrella contra uno de mis muslos y suelto un gritito, me detengo para mirarla con el ceño algo fruncido.

—No puedes hacer mi trabajo —dice, y algo en mi vientre se mueve con esas palabras.

Sus dedos reemplazan los míos, jugando conmigo, haciendo que cierre los ojos y suelte ruiditos de queja y de placer a la vez.

Toca puntos que yo nunca había alcanzado, me hacen gemir cada vez más, aumentan con cada dedo que agrega, llega a los casi tres dedos. Los retira luego de un rato, mirándome con algo de preocupación.

—¿Vas bien? —pregunta, asiento, sin poder hablar—. Será suave —advierte, baja mis piernas de sus hombros y las acomodó a los lados de su cadera.

Comienza a entrar en mi con lentitud, siento sus dígitos empujarse entre mis paredes y el roce me hace temblar, gimo bajo cada vez que los mueve.

Merlina no acelera mucho el ritmo, se mantiene con firmeza cuando comienza a tocar más a dentro, embistiendo con apenas algo de fuerza, se retira con lentitud, repitiendo eso por largo rato.

Y sé que si lo hubiera echo con las ganas que ambas teníamos, hubiéramos acabado antes, posiblemente se me habría acelerado el corazón de más y hubiera muerto entre sus brazos y con sus dedos aún en mi vagina, cosa que sería muy incómodo.

Puedo decir que nuestra primera vez fue lenta, pero perfecta.

Acabo sobre sus dedos, lleva su mano a su boca y la limpia mantenido la mirada fija en mis ojos, no pude evitar sonreír con excitación.

Tampoco puedo evitar repetirle que la amo, que es perfecta, que es hermosa.

Pero por dentro me pregunto por qué todavía no me lo ha dicho también.

confession; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora