Ice law

594 96 3
                                    

—Aish... La odio, la odio, la odio... —me echo en mi cama, viendo al techo—. La odio por amarla.

—¿No estás siendo un poco dramática? —pregunta Divona, mientras bebe de su gaseosa haciendo un ruido molesto al sorber.

—Nunca vas a entender un corazón adolorido, Divina —responde Yoko, mientras se pone a mi lado para abrazarme como consuelo.

—Porque tú me amas demasiado y yo soy muy insensible como para sentir algo —responde, y vuelve la vista a su celular.

—El pandita me recuerda a ella —sollozo, abrazando el estúpido muñeco.

—Estamos jodidas —dice Divina, y vuelve a tomar con tranquilidad su Coca-Cola.

—Chicas... Necesito saber qué hacer... No quiero perderla.

—Enid, yo te entiendo —la de mechas largas me mira—. Es algo delicado y sensible, se nota que la amas mucho, pero no quiero que te sigas lastimado así... Creo que lo mejor es que-

—Aplicale la ley del hielo —la interrumpe Divina—. No le hables hasta que lo diga. Y sólo si pregunta por qué no le hablas, le dices que no le vas a dirigir la palabra hasta que ella diga que te ama.

La habitación queda en silencio.

—No es... una mala idea —murmuro—. Y en realidad no hay otra idea tampoco...

—Soy una genia, ya lo sé —sonríe ampliamente.

—Eres una fanfarrona —corrige Tanaka.

—Qué bien me conoces, bebé —réplica la pelicorto, dedicándole un guiño.

—¿Les molesta si les pido que me dejen sola? No me sirve que una pareja como ustedes esté en mi cuarto...

Divina se encoge de hombros.

—Bien —dice, simplemente.

Yoko deja un beso en mi mejilla y revuelve mis cabellos, me dice que me quiere y luego se marcha de la habitación junto a Divina.

Me quedó tirada en la cama, abrazando al pandita, que me hace pensar inevitablemente en Merlina, y todo lo que quiero que vuelva a ser el noviazgo tierno y atento que era.

¿Seguimos siendo novias?

Pensar en ella duele. Me hago bolita en la cama con el pandita entre mis brazos.

Desgraciadamente, no puedo llevar a panda conmigo a la universidad, así que estoy desprotegida cuando voy para allá, y no tengo dónde esconderme cuando a una cuadra de mi casa, veo a Merlina que viene hacia mí.

Me ruborizo completamente con verla, y aprieto los labios para no decir ninguna palabra, siguiendo el consejo de Divina.

—Hola, Nid —sólo asiento con la cabeza a modo de saludo, la miro sin decir nada y noto que se pone incómoda por eso, continúo caminando y me sigue, colocándose a mi lado—. Y-Yo... Iba a tu casa a buscarte, como... como antes.

Sonrío un poco, pero me duele por dentro.

—Enid, yo... Quería pedirte disculpas por ser tan... ¿Exagerada? No sé, ya... ya sabes —yo asiento—. Es que... En serio me asusta. Me asusta que... que te vaya... Y la broma me molestó en serio, porque, era como si te estuvieras burlando de mí.... De mí, de mi mayor miedo y... todo por unas palabras que podrían surgir en un contexto mejor, ¿sabes?

Me muerdo el labio inferior, obligandome a callar.

—Creo que hay momentos, Enid, y decirte "Te amo" merece un momento lindo... No sé si entiendes, tal como queda muy doloroso que te lo diga en tu lecho de muerte, queda muy mal si te lo digo mientras estoy en el baño haciendo del dos, ¿sabes?

No puedo evitar soltar una fuerte carcajada por ese estúpido ejemplo, y la escucho a ella reír también.

Su risa es hermosa, es tan rara de escuchar que es especial y me encanta tenerla al lado mío.

Nos detenemos en la entrada a la universidad y toma mi mano, mirándome a los ojos.

—Con ese estúpido ejemplo quiero decir... Que esas palabras merecen un buen momento, un lindo momento, para que cuando lo recuerde sea grato, ¿sí? Si te lo hubiera dicho en ese momento... Sería doloroso, y en parte molesto porque fue una broma de mal gusto, y no quiero que tenga que recordarlo así.

La miro a los ojos sin decir nada, me muerdo el labio.

—Enid... di algo —pide, y niego—. ¿Qué? ¿Por qué? ¿Es que ahora eres muda?

Sonrío con gracia.

—Mer... Te aplico la ley del hielo hasta que digas que me amas.

confession; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora