I hate you

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Dejo que Enid se duche primero, ella termina a los diez minutos de entrar, mientras yo me pasé tirada en la cama, apenas cubierta por las sábanas, con una sonrisa estúpida en el rostro y un sentimiento de satisfacción en mi pecho.

Ella sale, envuelta en una toalla, me levanto y me cubro con lo que me prestó. Me meto en el baño bajo su atenta mirada.

Al terminar de ducharme y vestirme, salgo a la salada estar, encuentro a Enid con una taza de té, me acerco a ella posando una mano sobre su hombro, mi mira y sonríe mínimamente.

—¿Estás bien? —pregunto, ella asiente—. Te cansaste, bebé —comento con una risa y me dedica un ceño fruncido.

—Me dio hambre.

—Iré a prepararme un café —digo—. ¿Quieres algo? ¿Unas galletas o unas tostadas?

Sólo niega.

Siento que algo está mal, debería hablarlo, pero no sé qué decirle, así que voy a la cocina y pienso tomarme el tiempo que tarde en hacerme un café en buscar las palabras que decir.

Voy hacia la cocina, no tiene ninguna separación de la sala de estar salvo por la mesa en la que comemos, no es un espacio muy grande así que le hablo apenas alzando la voz un poco.

—¿Segura que no quieres nada?

No escucho respuesta.

—Pídeme lo que quieras, bebé, ya sabes lo que tienes en tu casa para comer —vuelvo a hablar y abro uno de los cajones, mirando los paquetes de galletas, comienzo a decirle lo que veo.

—Enid... —murmuro esta vez—. Enid —el agua para mi café ya está lista y comienzo a hacerlo, así que no puedo verla, escucho sus pasos detenerse cerca de mí—. Dime, bebé, te escucho —no hay respuesta—. ¿Enid?

Estoy por voltearme, dejando el café sobre la barra, escucho un golpe y casi salto del susto, me giro rápidamente hacia ella.

Enid está en el suelo.

—¡Enid! —me arrodillo a su lado, mis manos tiemblan y mis ojos se nublan, la volteo y su cuerpo queda flojo sobre mis brazos, su cabeza cae hacia atrás, sus ojos están cerrados, su boca entreabierta—. Enid, Enid, Enid... —lloro su nombre, tomo su mejilla con una mano y la muevo para que despierte; no reacciona—. No, no, no, no.... —la abrazo con firmeza, la levanto un poco más y parece una muñeca de trapo, comienzo a sollozar fuerte—. No, Enid, no...

La acuno en mis brazos, las lágrimas caen sobre su ropa y dejan pequeños círculos húmedos, mi temblorosa mano busca en mi bolsillo el teléfono mientras la apego más cerca de mí.

Aprieto los tres números y estoy por llamar cuando una risa me corta la respiración.

Comienza a reír cada vez más fuerte y me quita el celular.

—No, no, no llames, idiota —dice y yo estoy sencillamente paralizada, quita la llamada y me devuelve el celular, vuelve a reír y se borra lágrimas de sus ojos.

Y me enojo, demasiado.

La suelto separándome con brusquedad, dejándola en el suelo de nuevo, sin cuidado, me mira de forma lastimera; apretando la mandíbula, me alejo y comienzo a caminar en círculos para intentar calmarme mientras froto mis ojos al punto en que me duele.

—Mer~ —su voz me irrita.

—Basta —pido, mi voz suena grave y contundente.

—¿Te enojaste?

—¿Tú qué crees? ¿Que me puse más feliz? —ya no sé si estoy gritando o no.

—M-Mer... Ya, lo siento —su voz suena suave.

—Eso no va a ayudar a que- —un sollozo corta mis palabras, la idea de Enid muerta entre mis brazos no me abandona, me deja la piel erizada y las lágrimas vuelven a fluir—. ¿Por qué? ¿Por qué mierda harías algo así, Enid? Eres cruel, eres mala...

Enid comienza a llorar, con más suavidad que yo y más que verse terrible, sigue pareciendo un puto ángel.

—P-Porque creí que a-así lo dirías...

—¡¿Decir qué?!

—¡Que me amas! ¡Decir de una puta vez que me amas...! —llora, no se levanta del suelo, sigue allí y me mira como si fuera un perrito abandonado y golpeado, pero eso no aplaca todo lo que me ha molestado esa "broma".

—¡¿Y tienes que fingir tu puta muerte para que eso pase?!

—¿N-Nunca has visto en las pelis los que se confiesan cuando está en su lecho de muerte? ¡Quería que hicieras eso!

Sollozo sin poder creerlo ni controlarme, me abrazo a mí misma y tengo unas enormes ganas de irme.

—No te amo, Enid... No te amo, no te amo —repito mientras niego, intentando creer mis propias palabras.

Claro que no me convencí a mi misma, pero a Enid sí, y sus ojos se llenan de lágrimas.

—Te odio —digo, mirándola a los ojos, algo se rompe en ellos—. Te odio tanto.

confession; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora