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CAPÍTULO 2: NO PUEDO ESPERAR.

CAPÍTULO 2: NO PUEDO ESPERAR

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25 MAYO, 2022

MONTECARLO, MÓNACO





El día de Max no empezó de la mejor manera. Los gritos de una Kelly enojada por alguna nimiedad de la cual no tuvo tiempo a discutir, y la energía matutina de sus gatos y P lo obligaron a tomarse un café amargo que agravó todo. Ahora se encontraba sentado en una silla de la mesa del comedor, observando la calle en movimiento.

El Gran Premio de Mónaco estaba a la vuelta de la esquina, y sus habitantes se mostraban, como cada año, emocionados por la carrera. Ya se estaban realizando los detalles finales del trazado, así mismo la zona del Paddock que hospedaría a los equipos el día de mañana. Todo prometía ser fabuloso, y por supuesto, lujoso.

Max era un chico que cumplía sus promesas. Desde la tarde del incendio había cumplido una: hacerse cargo de que Daniel esté apto para correr. Debido a sus quemaduras, deberá faltar al día de prensa para poder terminar exitosamente el tratamiento, pero fuera de aquello estaba perfectamente listo. Aunque tampoco necesitó darle demasiado apoyo, porque el australiano de por si estaba confiado en que podía salir adelante.

La segunda promesa estaba siendo un dolor de huevos, sinceramente. No era fácil descubrir quién era la chica de fuego, había detalles de ese día que su mente seguía ocultando y por ende nada podía ayudarlo. Cualquiera pensaría que es una tarea sencilla hacerlo simplemente por el hecho de vivir en un principado pequeño, pero era completamente lo opuesto. Debido a la alteración del fin de semana y las obligaciones como piloto, se encontraba perdido.

Una idea atravesó de manera temprana en su cabeza, pero a la vez sonaba idílica. Podría, si tenía una buena predisposición, encontrar la estación donde trabajaba. No se trataba de una carencia de ganas, porque realmente se moría por hacerlo, sino porque primero debía resolver unos asuntos.

Tomó el último sorbo del café, con una mueca de asco en el medio, y se levantó. Agarró las llaves de la casa, se cercioró de que no había nadie mas adentro, para luego abrir la puerta y retirarse. Mientras caminaba hacia el ascensor, se fijó la hora en el reloj que adornaba su muñeca: diez y media de la mañana. El momento perfecto para correr.

El joven seguía una rutina de entrenamiento exhaustiva y pesada para poder mantener su cuerpo en forma. El hecho de correr por la mañana simbolizaba, para él, una manera de despertarse y tener en cuenta que seguía con los pies en la tierra. Más temprano le había mandado un mensaje a su entrenador, Brad, para que lo acompañase.

Cuando salió del edificio, lo encontró estirándose a metros de la entrada. Se saludaron brevemente y el hombre le hizo un pequeño plan de corrida, que Max aceptó rápidamente. No tardaron demasiado en ponerse activos, ya que las veredas pronto serían un desastre. Durante el trayecto, el neerlandés se puso a ordenar su caos mental. Una decisión un tanto apresurada podía ser la respuesta a todos sus problemas, pero todavía estaba inseguro.

LA CHICA DE FUEGO | MAX VERSTAPPENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora