Max está pasando por una situación difícil en su relación, y su aparentemente normal juntada con sus amigos, termina en casi una tragedia.
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Mavi Dávalos acude a una llamada en su trabajo, y rescata al mismísimo Max Verstappen de un edificio en llam...
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16 AGOSTO, 2022 MONTECARLO, MÓNACO 14:00 PM
Pese a esa máscara de campeón mundial, la verdad era que Max siempre tuvo miedo.
A los siete años comenzó a hacer Karting, introduciéndose en ese aclamado y desafiante mundo de las carreras. Días soleados y noches tormentosas lo vieron entrenar arduamente, bajo las demandantes expectativas de su padre. El recuerdo de aquellos momentos siempre le dejó picando la duda de si realmente era lo que quería, vivir así de exigido toda su vida. La verdad era que le causaba terror el pensamiento de saber que, algún día, se moriría por manejar de esa manera tan desinteresada y salvaje.
Aunque de a poco fue acostumbrándose a la sensación de vértigo y adrenalina que nunca fallaba en electrizarle el cuerpo. No le gustaba decir que se trataba de un hábito, puesto que con el tiempo fue notando una necesidad imperiosa de pensar en otra cosa que no sean carreras. Lo único malo de sacrificar su infancia a costa del codiciado futuro que llevaba en sus hombros, era que extrañaba demasiado el mero hecho de ser un niño. A veces fantaseaba con la posibilidad de volver a esos años de plena juventud para poder disfrutar mucho más de los pequeños momentos.
El champagne del podio y el hambre voraz de convertirse en campeón lo sucumbieron en una ola de agresividad desmesurada. Quizás esa era la definición de la temporada 2021. Rememorar esa lucha, o mejor dicho guerra, por el campeonato junto a Lewis Hamilton le sirvió para mirar en retrospectiva cuan desmedido fue para con sus acciones. Podría catalogarlo como una mezcla de euforia y cólera contenida que nunca pudo controlar. Hasta que Silvertone lo cambió todo.
El choque había sido muy rápido y todavía tenía destellos confusos de ese día en particular. Estaba seguro de que, efímeramente y por unos minutos eternos, había muerto. Cuando los brazos de los Marshalls lo empujaron hacia la luz y la multitud gritaba de fondo, se dio cuenta de que todavía seguía con vida. Sus pulmones funcionaban correctamente y si bien sus manos temblaban, podía caminar y sentir el olor a goma quemada.
Nunca se molestó en analizar el después de ese incidente, simplemente decidió no mencionarlo. No podía darse en lujo de flaquear, no estando tan pero tan cerca de cumplir el sueño de su vida. Imaginó que eventualmente lo olvidaría y sería un vago recordatorio de lo lejos que había llegado como deportista, pero no. Ese dieciséis de agosto le demostró que Silvertone se trataba de un trauma, de un miedo no reconocido.
El accidente en Inglaterra le provocó miedo. Pero no cualquier miedo: uno que fue capaz de provocar un incendio dentro suyo. Por años y años le carcomió la cabeza, le hizo nacer unas ganas desaforadas de arrancarse la piel, de quitarse urgentemente cualquier debilidad. Porque esta misma también le daba miedo. Sentirse débil, derrotado, le generaba un aturdimiento incesante. Deseó nunca más tener miedos de ese tipo, y su flamante relación con Mavi pareció ser un placebo para calmarlos; pero al final terminó siendo una gran mentira.
