թɾօ́lօցօ

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Villon-sur-Sarthe, Francia.
Verano de 2010

El amor, en opinión de Chiara, volvía hermosas a las mujeres y convertía a los hombres en príncipes. Si le preguntaban qué era el amor, a sus once años recién cumplidos, contestaria que era el aroma de las rosas en verano, la música colándose a través de las ventanas abiertas de un salón de baile, largos paseos a la luz de la luna en un jardín privado repleto de rosas... la sola idea le arrancaba suspiros.

Bailar a la luz de la luna en un jardin repleto de rosas era para ella la culminación de lo romántico. Veía tan claro cómo tendría que ser esa escena (como sería) que se la describió con todo detalle a su mejor amiga, Emmaline.

Las niñas eran inseparables. Las noches que se quedaban a dormir en casa de alguna de las dos, hablaban sin cesar durante horas de esto y aquello, escuchaban música o veían peliculas. Cuando dormian en la casa de Chiara, las dejaban quedarse a jugar en la terraza de su dormitorio hasta medianoche, si el tiempo lo permitía. La señora Parenti –la mamá de Chiara– solía llevarles leche y galletas. O a veces magdalenas. Y se asomaba de vez en cuando para ver qué se traian entre manos.

—Cuando sea mayor, no tendré tiempo para el amor — Sentenció Emma mientras convertía un mechón de cabello de Chiara en una fina y larga trenza.

—Pero hay que vivir el amor — Insistió su amiga.

—Ni hablar. Seré como mi tía Jennifer, que le cuenta a mi madre que no tiene tiempo para casarse y tener novio.

—Pero el amor es sensacional — Chiara suspiró abiertamente — Ojalá fuéramos mayores y pudiéramos enamorarnos.

Emma se encogió de hombros, restándole importancia —Supongo que el amor está bien si no te vuelve tonto.

—Tenemos que besar a un chico para averiguar de qué va la cosa — Se le ocurrió de pronto a Chiara.

Emma se la quedó mirando boquiabierta.

—Tenemos once años — Insistió su amiga — Tenemos que probar para saber si nos gustará o no.

—¿Cómo un experimento?

—Claro.

—Pero, ¿A quién vamos a darle un beso? — Le preguntó Emma.

—Haremos una lista — Chiara rodó por la cama para tomar su libreta nueva que estaba en la mesita de noche — Escribiremos los nombres de todos los chicos que conocemos y luego los nombres de los que pensamos que vale la pena darles un beso. Y diremos el por qué.

—No suena para nada romántico.

Chiara le dedicó una sonrisa.

—Por algo hay que empezar, y las listas siempre ayudan. Bueno, primer advertencia, familiares no. Me refiero a Timothée — Precisó Chiara aludiendo a su hermano. Se levantó de la cama y fue a sentarse junto a Emma.

—No iba a mencionarlo — Balbuceó la otra con las mejillas encendidas de la vergüenza.

Chiara puso los ojos en blanco.

—Sé que te gusta. Pero es mayor que tú, asi que olvídalo.

—Claro que no — Emma se cruzó de brazos — Digo, eso de que me gusta...

Chiara abrió la libreta y buscó una página en blanco — A ver...

—¿Nos meterán la lengua en la boca? — Le preguntó Emma con miedo.

Aquello les arrancó chillidos, bromas y risas.

—A veces lo hacen — Respondió Chiara.

—Es un asco.

—Tendremos que averiguarlo.

—¿Y si elegimos uno que no quiere besarnos?

—¿Qué dices Em? — Chiara hizo un gesto de incredulidad — Cualquier chico va a querer darte un beso. Eres muy guapa e inteligente. Y si no te da un beso, se lo das tú. No creo que sea para tanto.

Emma pensó que lo era. O al menos debería serlo. De todos modos, escribieron la lista, entre risas y chillidos de emoción cada vez que anotaban el nombre de un chico que les parecía muy lindo. Cuando la señora Parenti entró con la leche y las galletas, Chiara escondió la libreta. Más tarde, se quedaron dormidas en el suelo, aovilladas.

Chiara se despertó antes del amanecer. La habitación estaba a oscuras, salvo por los rayos de luna que se filtraban por la ventana. Alguien la había tapado con una manta y le habia puesto una almohada debajo. Todavía medio dormida, salió a la terraza. Un aire ligero, que transportaba el aroma de las rosas, le rozó las mejillas. Le pareció oír música y creyó ver la silueta de su enamorado, alguien que la hacía girar danzando por el jardín. El vals, pensó con un suspiro. Tendría que ser el vals, como en los cuentos.

Eso era el amor, pensó Chiara cerrando los ojos para respirar el aire perfumado de la noche.

Y se prometió que algún día sabría lo que era.

Y se prometió que algún día sabría lo que era

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When Emma Falls in Love || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora