Capitulo |20|

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Se había equivocado. No era para nada fácil.

Emma caminaba hacia la casa de los padres de Timothée con el corazón encogido, cada paso que daba hacia el futuro que tanto había deseado y nunca tendría, era una tortura.

No quería ir, en absoluto. Pero sabía que debía hacerlo, porque si había algo que aprendió ese último tiempo era que nunca sabes cuando tienes la última oportunidad de despedirte de un ser querido. Pero apenas él le abrió la puerta, la intensidad de su mirada dio al traste con sus buenos propósitos.

—Hola — Timothée la saludó con cautela, como si le estuviera pidiendo permiso.

Titubeó al hablar, a años luz de la confianza y del calor que había manifestado días atrás, antes de que ella pusiera punto final a su amistad.

—Hola — Emma tenía la voz ronca, como si llevara siglos sin hablar.

—¿Todo bien? — Le preguntó él.

Ella asintió con la cabeza, tratando de mostrar una seguridad de la que carecía.

—Si, si.

Guardaron silencio. La vergüenza que sentían era demasiado grande como para ignorarla, y era evidente que ninguno de los dos sabía qué hacer o qué decir a continuación.

—¿Puedo pasar? — Preguntó Emma.

—Si, claro — Asintió él, gesticulando nervioso, y entreabrió la puerta un poco más — Déjame ayudarte — Le dijo, cogiendo la bandeja que Emma cargaba en las manos — Para que sepas, la idea de la cena no fue mía.

—Me lo imaginé — Farfulló ella, mientras caminaban por el pasillo en dirección a la cocina — Ni siquiera me dijiste que regresabas a Milán.

Timothée la miró y dejó escapar un suspiro.

—Emma, te bajaste del auto corriendo, sin darme la oportunidad de que pudiera explicarte nada. Tampoco contestaste mis llamados.

—Oh claro, ahora es culpa mia — Espetó ella.

—No digo eso, pero...

—Y otra vez usas esa maldita palabra.

Él se quedó mirándola de la sorpresa. Ella también se sobresaltó ante sus propias palabras cargadas de rabia.

—Lo que pasó el otro día... — Empezó a decir él tras un silencio incómodo — ...me hubiera gustado manejarlo de otra manera...

—Pues, no lo hiciste y está bien — Repuso ella, acelerada — No estoy enojada, de verdad. He venido en son de paz. Solo quiero que tengamos una cena tranquila y te deseo un buen viaje y una vida feliz en Milán. ¿Donde está Marie?

Timothée la escudriñó durante unos segundos antes de contestar.

—Fue al restaurante a buscar la lasaña que preparó para hoy.

Emma dio unos pasos, observando a su alrededor la sala vacía. Hacía bastante tiempo que no pisaba ese lugar, y aún así recordaba dónde estaba cada cosa: el mueble lleno de fotografías de Marie, su infancia en la Isla de Creta y su adolescencia en Toulouse. El juego de ajedrez de Gérard, una reliquia a la cual le faltaban varias piezas por culpa de las travesuras de Timothée y Chiara cuando eran pequeños.

—¿Quieres sentarte? — Le preguntó él, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos.

Ella negó con la cabeza y se acercó a la ventana de la cocina, sintiéndose demasiado nerviosa como para quedarse quieta en un solo lugar.

—¿Quién más vendrá?

—Solo tú — Él se encogió de hombros — Mi mamá queria traer a más gente, pero la verdad no estoy de humor para ver a nadie.

When Emma Falls in Love || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora