Capitulo |7|

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Durante el verano de sus dieciséis años, los compañeros de curso de Emma y Chiara habían organizado una gran fiesta a la que asistieron ex alumnos que, como Timothée, habían terminado el instituto el año anterior. Emma había pasado la velada sentada en un muro bajo e incómodo, mientras que alrededor de ella sus compañeros se abrazaban en los sofás o se desmadraban en la pista. Como era de suponer, Timothée no le hizo el menor caso: acababa de regresar de su viaje de Estados Unidos, dónde había terminado de cursar una beca en idiomas, y estaba a punto de irse a Milán a estudiar arquitectura en la universidad.

Chiara, por su parte, era el centro de atención de la noche, como siempre. Debía saludar a tantos amigos y tenía tantas cosas que decir y tantas canciones que bailar, que no podía parar siquiera un segundo a recuperar el aliento. En cambio Emma, solitaria por naturaleza, observaba de lejos, sintiéndose como un pez fuera del agua.

Por eso, cuando a alguien se le ocurrió jugar a la botella, subió a la terraza para respirar aire fresco y descansar del barullo y la música a todo volumen.

—¿No quieres jugar?

Una voz familiar quebró la soledad y el silencio. Emma se volvió y vio a Timothée, que se estaba sentando a su lado con una botella de cerveza en la mano. Hizo un ademán de ofrecérsela, pero ella la rechazó.

—No, no me gusta — Contestó, aludiendo a la cerveza y al juego.

—Quizá te pierdas un beso — Le dijo él esbozando una sonrisa divertida, que aceleró su corazón.

—Es solo un viejo y estúpido juego.

—¿Qué quieres decir? ¿No quieres que te besen? — Preguntó intrigado.

—Claro que sí, pero no quiero que lo haga cualquiera — Confesó Emma, aliviada que la oscuridad de la noche le impiera verla ruborizándose.

Timothée comprendió al vuelo.

—Sería tu primer beso, ¿Verdad?

—Si, y quiero que sea inolvidable, con el amor de mi vida — Declaró con una firmeza repentina, que se deshizo bajo su mirada inquisitiva — Si, lo sé. Soy patética.

—No... — Le aseguró él — ...me parece bonito que sepas lo que quieres.

Por la manera en que desvió la mirada y la fijó en el horizonte, Emma supo que estaba tocando un tema espinoso.

—Por qué, ¿tú no lo sabes? — Le preguntó ella.

Timothée se encogió de hombros y, exhalando un largo suspiro, contestó:

—Ya no.

La inquietud que delataba su voz, la destrozaba. Hubiera dado la vida por ayudarlo, no podía verlo así.

—¿Por qué?

Él la miró.

—Es complicado.

—¿No te gusta Milán? — Aventuró.

—No sé si lograré acostumbrarme. Extrañaré... — Recorrió el paisaje con la mirada — todo.

—¿Crees que te sentirás solo allá?

Él se volvió a encoger de hombros.

—Quizá, si.

—Entonces, ¿Por qué no te quedas en casa? — Aventuró ella de nuevo, deseándolo con todas sus fuerzas.

—Ya te lo he dicho, es complicado — Murmuró él.

—Te escucho — Le dijo Emma.

El deseo de ayudarlo pudo incluso con su timidez. Timothée se volvió y la miró de nuevo, le sonrió e hizo amago de decir algo, pero alguien lo llamó gritando desde la calle.

When Emma Falls in Love || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora