Prólogo.

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Hoy era uno de esos días en los que me ponía a pensar sobre regresar a Inglaterra.

A mi anterior vida.

Es decir, las cosas serían más fáciles, ¿no? Al lado de esa persona...

¿Habré hecho algo egoísta al dejarlo todo? Me había mudado a esta pequeña ciudad lejos de cualquier persona que pudiera conocerme, bueno, a excepción de mi tía. El favor de prestarme este pequeño departamento y hacerme de comer de vez en cuando era algo que le agradecía eternamente... pero, sobre todo, se me hacía extraño que esa persona había estado de acuerdo con dejarme venir. A ojos tanto de desconocidos como de mi familia, sólo sería una niña consentida a la que su papi le cumplió su capricho de independizarse.

Las cosas habían ido demasiado bien, incluso para mí. Me había adaptado al instituto al que me inscribí, y hablar francés se estaba convirtiendo en algo tan habitual que mis pensamientos en inglés se estaban viendo reemplazados por este idioma. Era como si, de la noche a la mañana, la Scarlett del pasado había dejado de existir.

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Beep, beep, beep.

Cuando menos me di cuenta, mi alarma sonó, indicando el peor momento del día: la hora de despertarme. ¿¡Pero en qué momento había amanecido!? Casi sentía que mi reflexión antes dormir había sido hace unos minutos, pero por pensar demasiado, no había descansado casi nada...

Sin mucho ánimo, me levanté de la cama, casi lanzando mi celular para que se callara de una buena vez, tentada a simplemente volver a meterme a dormir y posponer la alarma durante horas. Si había un día que detestaba despertarme, obviamente era los lunes. El fin de semana se había pasado en un suspiro, por lo que mi humor estaba peor que el de Castiel la mayoría de los días.


—Me pregunto si irá hoy. Castiel ama faltar los lunes y viernes, después de todo.—


El cascarrabias favorito de Sweet Amoris había encontrado un poco de amabilidad escondida en su corazón y me había prestado un disco de Depeche Mode, por lo que era mejor devolvérselo antes de que esa pequeña ventana de amabilidad se convirtiera en ojos láser.

Busqué el disco y lo metí a mi mochila, pues podía llegar sin ropa, pero si quería vivir, ese disco debía estar en sus manos hoy si se le ocurría ir.

Tomé un conjunto básico; unos jeans, una blusa de tirantes que necesitaba usar por el maldito calor de estos terribles días de agosto y unos tenis. Realmente no me tomaba mucho tiempo el vestirme por las mañanas, pues me había dedicado a comprar ropa que estaba segura de que combinaría entre sí. Era uno de mis hobbies: armar outfits que quizás nunca me pondría, pero se veían bellísimos.

Levanté mi celular del escritorio, desconectándolo para poder irme de una vez. Al encenderlo, vi que tenía un recordatorio. ¿Un examen? ¿Lo del disco de Castiel? No era tan olvidadiza, por lo me sentía más bien curiosa ante la posibilidad de ese famoso recordatorio.


—¡¡La preventa de la edición limitada de Assassin's Creed III!!—


Ahora tenía sentido que me despertara mucho antes de mi entrada a las clases de hoy. Es decir, la tienda de videojuegos la abrían hasta las once de la mañana, mis clases empezando también a esa hora. En mi mente ilusa, tenía la teoría de que lograría comprar la edición limitada y regresar corriendo al instituto para entrar a la siguiente clase, por lo que, si quería hacerlo, tenía que irme ya.

Tomé algo de dinero de la manutención que me mandaban cada semana, me recogí el cabello y me puso una sudadera. Odiaba tener que ocultarme, pero me molestaba aún más el tener que soportar a los estúpidos hombres hacer comentarios sobre si era demasiado bonita o no para estar jugando videojuegos. Además, mis compañeros sabían que jugaba, pero no que era capaz de esquivar mis responsabilidades por un juego. ¿Qué diría de mí el hacer eso?

Ice Queen [CDM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora