Capítulo 18

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Feng Xin se quedó de piedra, las puertas se cerraron detrás suyo, ya no había vuelta atrás, tenía que llegar hasta el final.

Se preguntó si en el primer nivel en el que estaba habría un enemigo al cual derrotar. Su pregunta se respondió casi al instante cuando una explosión a sus espaldas lo tomó desprevenido.

Rápidamente miro a su alrededor, se encontraba en un piso oscuro con varios muebles y escritorios tirados por todos lados y varios tanques de gas esparcidos, expuestos a disparos.
En un inicio opto por esconderse contra una vitrina ya que esta estaba cerca la pared, lo que significaba que no podrían sorprenderlo por detrás.

Poco a poco fue localizando los tanques, haciéndolos explotar uno a uno para quitarse un riesgo de encima

—Olvide mencionarlo oficial Nan Yang, pero mientras más te demores en llegar la tortura de tu noviecillo se irá intensificando hasta apagar su miserable vida—. Un grito agónico resonó en los altavoces del primer piso, ¡Era Mu Qing!—. Date prisa joven amante.

Sintió una oleada de rabia subiendo por su garganta amenazando con escupir una bocanada de fuego, ¿En que cruel y terrible juego se había metido? Sin muchas opciones disponibles tenía que pensar en cómo acabar rápido con su enemigo sin exponerse demasiado.

La voz vulgar de un joven se hizo presente.

—¿Qué te pasa? ¿No me habías sometido antes? ¡Sal de tu escondite!—. Era Qi Rong.

—Es ese bastardo—. Se dijo casi en un susurro.

Conocía bien como actuaba Qi Rong, le gustaba el caos y provocar sufrimiento a las personas a su alrededor, pero sobre todo no toleraba que lo compararan con su primo perfecto Xie Lian.

—Quién diría que con la cara de un santo se escondería la figura de un demonio.

—¿Qué tanto balbuceas? Yo soy claramente superior al estúpido de mi primo—. Respondió Qi Rong con irritación—. ¡Seré yo quien acabe contigo y cuelgue tu cadáver para que todos vean a quien deben temer!

—Un demonio de muy mal gusto uff—. Dijo con decepción.

Escucho a Qi Rong maldecir una y otra vez mientras dejaba su escondite y se acercaba, era fácil fastidiarle hasta el punto de volverlo predecible y un blanco fácil. Sigui insultando a Qi Rong con absolutamente cualquier cosa que se le ocurría, sin embargo tal parece ser que había subestimado al animal salvaje al que se enfrentaba puesto que dejó de responder a las provocaciones y sus pasos se volvieron sigilosos. —"Mierda, ya sabe lo que planeo"—. Pensó, se maldijo mentalmente por haber sido demasiado obvio.

Se quedó en su lugar sin hacer ruido y agudizó su sentido del oído cuanto pudo, el salón estaba en un silencio sepulcral, no había ventanas y las pocas entradas de luz ya no emitían nada lo que implicaba que estaba anocheciendo y la visibilidad bajó.
Con extremo cuidado quito el cartucho y reviso cuantas balas quedaban en su arma, pero su labor se vio interrumpida cuando capto el sonido de pisadas, era extraño puesto que hace algunos momentos no lograba percibir nada ¿Acaso Qi Rong se había cansado de ser cuidadoso y había empezado a caminar normal? ¿O quizás...– ¡¿...?!

Contuvo la respiración abruptamente mientras procesaba el rápido giro de su situación.
¿En que momento Qi Rong había llegado a sus espaldas?, no podía dispararle puesto que el ruido de su arma al ser cargada lo alertaría y sería su fin, ¡Pero tampoco podía desperdiciar esa oportunidad para acabar con su adversario!
Rápidamente pensó en un nuevo plan, Qi Rong aún no se había percatado de su presencia pese a que prácticamente estaba delante suyo; si se movía, sus botas harían ruido, no podía cargar su arma y tampoco podía buscar su cuchillo puesto que este estaba pegado al suelo.

Así nos quiso el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora