Capítulo 3: Compañerismo Obligatorio (2° Parte)

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Después de que el humano conocido como Data pudiera liberar a la petrificada Lady Devimon antes de que fuera destruida por el salvaje e imparable ataque del Digimon no muerto; Vamdemon, ambos se vieron envueltos en un desenfrenado ataque sin piedad por parte del conde vampiro.
Aún así, el accionar de la Fallen Angel logró equilibrar la situación para los supervivientes, logrado igualar su fuerza y contrarrestar efectivamente sus técnicas, pero más pronto que tarde, está descubriría que su estado actual se encontraba mermado por algún motivo.
A la par que la bestialidad del conde había aumentado hasta el punto de poder tomarlos por sorpresa en más de una ocasión, llegando a tener al joven humano entre sus garras, y cuando estuvo a punto de romperle la traquia, fue el momento en que la demonio aprovechó para empalar la cabeza del vampiro con su Darkness Spear, creyendo que con este fatal golpe todo había terminado, pero no podían estar más equivocados.

Lady Devimon: ¡¿Pero qué carajo?! ¡Si le atravesé la maldita cabeza!

Tailmon: ¡Saca a Data de aquí! ¡Rápido!

Data: ¿Tailmon?

Ante el momento de confusión, la Fallen Angel no comprendía las palabras de la bestia sacra "¿Porque?" se preguntaba, la gata no parecía ser su compañera, pero había un extraño sentido de protección hacia el humano que la demonio le costaba comprender, en ese momento sintió las ansias de sangre del no muerto, el cual ahora se encontraba cubierto por una espectral y blanquecina aura, una completamente antinatural, incluso viniendo de un Digimon como Vamdemon.
Esto le obligó a voltearse para contraatacar, pero para su sorpresa, el conde le ignora, pasando completamente de ella, como si no estuviera allí; y en ese instante comprendió cuál sería su objetivo con solo notar el destino de su dirección infernal: el humano.
Por lo que siendo tan rápida como su cuerpo le permitía, está extiende su gran garra izquierda, intentando interceptar el avance de aquel espeluznante enemigo, logrando ensartar un par de sus garras en el pecho azulado de aquella bestia, pero aún así no logra detenerle, sigue tratando de avanzar en dirección al humano, quien apenas puede moverse al presenciar tal grotesco escenario.
Pero mientras su instinto de supervivencia le gritaba que huyera, había algo más, algo le impedía abandonar el lugar, un arraigado y desconocido sentimiento que le era imposible de describir, el cual le exigía que avanzará.

Tailmon: ¡Corre Data! ¡Vamonos de aquí! ¡Te llevaré con Piyomon antes que-

Data: No...

A pesar de que está siendo sujetado por la bestia sacra, quien le tironea para alejarse, en contraste con el conde no muerto que se encontraba rugiendo cual bestia salvaje enfrente suyo, él trataba de acercarsele, el miedo recorría cada fibra y código digital en su ser, pero mientras más veía aquella figura que solía ser su confiable amigo, ahora cubierta por esta bruma blanquecina, no podía evitar sentir...lástima.

Data: El señor Vamdemon... está... sufriendo.

Lady Devimon: ¡¿Qué mierda estás haciendo chico?! ¡Aléjate antes que te...!

Cuando la demonio se voltea para hacerlo entrar en razón, queda sin palabras al ver sus ojos, como estos iban perdiendo lentamente su luz, como iban perdiendo su vida, su conciencia, a la vez que esté extendía su mano derecha hacia el conde, como si intentara alcanzarlo, hecho que provocaba que el no muerto que apenas podía ser retenido empezará a actuar de manera más errática.
Como si estuviera desesperado por acabar con su vida, como si fuera para lo único que existe; este desenfreno termina siendo más de lo que la demonio puede soportar, ya que incluso, a pesar que las propias garras carmesíes de la misma ya han perforado el pecho de este lunático atacante, no se detiene.
A lo que finalmente la toma por sorpresa, y le sujeta el mismo brazo con el que le está perforando, arrancándose estás mismas garras sin demostrar el menor atisbo de dolor y la tira a un costado son suficiente fuerza para que caiga al suelo, acto seguido se dirige hacia el humano, levantando su brazo derecho hacia arriba, preparando un zarpazo con tal fuerza que seguramente destruiría su cuerpo sin problema alguno.

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