Capítulo 18: Un motivo

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Notas del autor:

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—¿Piensas entregarme a Akatsuki?

Vi como entornaba la mirada en una expresión amarga, antes de confrontarme me vi reflejada en sus pupilas, eran tan oscuras y pétreas que no pude contener un escalofrío.

—Ya te lo dije antes, después de todo soy un Akatsuki.

*****

Tomar decisiones imposibles viene en el arsenal de un shinobi, no se puede esperar que cada misión resulte perfecta, cientos de ninjas mueren únicamente porque no quedan más opciones viables. Así pues, el riesgo de ser un rehén repercute en que las posibilidades de volver vivo a casa, que bien quede de paso no son mayores a las de un ratón frente a una serpiente. Ahora, ser la rehén de un Akatsuki es estar ya dentro de la serpiente.

Las comadrejas no son como las serpientes, pero llevan cierto afín de astucia, muy difícil de torcer. Es un talento intrínseco, como arañas, tejen su estrategia y luego la llevan a cabo cuando la presa se coloca en el centro. Me vi envuelta en el sedal de una red muy bien tejida, caí directo en la trampa, ni le vi venir.

"Pero por ti acepto el riesgo"

¿Esas palabras fueron suyas o mías? Debieron de ser mías, de esa manera yo podría llamarme estúpida con tal convicción que de ahora en adelante seria llamada Sakura Estúpida o Estúpida Haruno.

Sin embargo, no, no fueron mías, sino de él, la comadreja Itachi Uchiha, el genio de la familia Uchiha. Debo reconocer que es un maestro del engaño. Es tan perfecto en lo que hace que aún, en estos momentos yo no puedo odiarlo, me enamore tan fervientemente que el hecho de sentir odio, me duele como si me clavaran fierro ardiente en la piel.

Me he estado preguntando una y otra vez si aquellas caricias y sonrisas que en su momento él me demostró llevaban consigo siquiera un ápice de verdad. Toda esta realidad es como estar volando en la búsqueda de la gran pasión de amar y caer al fondo, con la decepción y soledad. Por un momento pensé que Itachi era quien me salvaría, supe aquella noche en el océano que durante mis sueños era su voz la que siempre me llamaba, y su mano siempre socorría a salvarme en los momentos más críticos.

Suspire con aspereza mientras veía por la ventana, esta era la vista más miope que jamás haya comprobado, porque lo único que lograba ver eran los listones de madera del edificio vecino. Los atardeceres se perdieron en las anteriores posadas. La habitación actual era tan lúgubre y austera que una celda podría resultar igual de cómoda. Vi la franja negra que rodeaba toda la contra ventana rematada con un pergamino, una barrera para que no lograra escapar, aun si la ventana estuviera abierta. El mismo sello que utilizó cuando me secuestro la primera vez antes de hacer el trato.

Me levante del banco para dirigirme a la cama de dos plaza, me senté con las manos sobre mi regazo. Quieta, examine la musaraña debajo de la puerta de entrada, en eso se abrió y luego cerro, apenas y pestañee, vi los pies calzados en las sandalias ninjas de Itachi, estos se movieron hacía mí, la cama a mi lado se hundió y sus pies quedaron paralelos a los míos.

—¿Hoy comerás? —Escuche su voz, y me resulto apática, sin energía alguna.

Negué con la cabeza en silencio sin apartar la vista de la puerta.

Me decido...por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora