Capítulo 5: Cruzando el río

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—¡Toma! —girándose un poco me entregó mi morral, donde llevaba mis medicinas y antibiótico. Lo recibí de manera extrañada, con lo que había dentro de éste no había manera de que yo lograra encontrar alguna manera de extender su vida.

—Supongo que entenderás que con esto no puedo hacer nada en contra de tu enfermedad —ojeé el interior del bolsito y me percaté de que no había ni un shuriken, sólo medicinas, uno que otro enlatado y una muda de ropa.

—Lo sé —en eso se levantó y entro a la casa —deberías ir a darte un baño y descansar —me sugirió antes de desaparecer por el hueco de la pared.

*****

El onsen que había en el balneario ofrecía la temperatura exacta para relajar los músculos de mi cansado cuerpo. La apariencia lechosa en que se tornaba el agua en conjunto a la apaciguada bruma de vapor, me hacía olvidar la tensión de haber sido raptada por uno de los más peligrosos Akatsuki.

—Supongo que si he de morir, por lo menos pude disfrutar de un agradable baño antes —dije a manera de broma, me habían arrebatado la libertad más no el humor.

Me alegraba el hecho de tener una barra de jabón en mi bolso, porque vaya falta que me hacía, mi piel agradeció el estar de nuevo limpia, sin sudor o raspaduras infectadas. Las pequeñas heridas que me hice durante la travesía para llegar a la casona donde ahora yacía, las sané con facilidad, pero no me aventuré a abusar de mi chakra, porque la secuela del Mangekyo Sharingan aún estaba presente.

Al salir del onsen tomé la muda que estaba dentro del bolsito y me vestí. Llevándome mis cosas decidí no darle mucha vuelta al asunto sobre cuál habitación escoger. La casa era como un cuadrado, en el centro estaba un pequeño jardín interno, con musco, piedras y hasta un pequeño lago que daba un ambiente de paz y frescura. Dos pasillos orlaban el lugar, uno que rodeaba todo el perímetro externo, comunicando cada habitación y otro interno de la misma forma, con pilares en maderas al igual que el piso. Algunas habitaciones contaban con fusuma o pantallas opacas compuestas de un marco de madera cubiertas con tela y dibujos de paisajes y creaturas mitológicas. Aunque todas las habitaciones contaban con acceso al pasillo externo, sólo algunas poseían fusuma como puertas que comunicaban con ambos pasillos. Podías desde el pasillo interno entrar en una sala o recamara y atravesarla hasta dar con el pasillo externo.

Yo caminé a lo largo del patio interno, el cual se hallaba iluminado con lámparas de aceite, admire los pequeños detalles en este, vi los bonsái pero uno de ellos de estilo kengai o cascada me llamo la atención. El ápice del árbol se encontraba por debajo de la altura de la maseta, parecía que se iba a caer de lado en cualquier momento. Me agache para apreciarle de cerca, recordé a mi manzano en Konoha, hermoso bajo los rayos del sol y de fuerte tronco.

Me levante y deje escapar un suspiro melancólico, estaba muy cansada, demasiado para mi gusto, necesitaba una píldora soldado pero no contaba con ninguna ¿Cuánto puede afectar el Tsukuyomi de Itachi? el daño no era únicamente mental, sino físico, mi cuerpo reprodujo el dolor como real.

Me fui hasta una de las habitaciones que contaba con entrada al pasillo interno y externo, corrí el fusuma y observe que la recama contenía un futón tendido en una esquina y sobre este un yukata blanco para usarse como pijama. Dejé mi morral sobre el tatami cerca de la entrada, distendí el futón y también arrojé el yukata blanco a un rincón, lo que menos me apetecía era vestirme con esa prenda como si viviera aquí. Me acosté a dormir. Era de noche, así que calculé que a eso de las seis de la mañana me encontraría mejor, estaba muy fatigada y la carencia de chakra no ayudaba a mi recuperación.

Me decido...por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora