Sombras

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—Menuda cara de pánico tienes, hermanita.

Impa veía con resignación cómo Prunia se paseaba por la sala con la misma frescura que si estuvieran en casa.

—Sólo quiero hacer las cosas bien. Y quédate quieta, me pones nerviosa.

—Buuuuh. —Prunia le hizo una mueca de burla y después abrió uno de los cajones de un pesado aparador de madera.

—¡Estate quieta!

—¿Qué crees que guardará la realeza aquí? —carcajeó Prunia —¡respira! No voy a llevarme nada, estos cajones están aburridamente vacíos.

—Te lo ruego.

—Impa, no es para tanto. Su alteza es normal, ya te lo he dicho. Rotver y yo trabajamos con ella en el laboratorio y, créeme, es casi como si fuera de la tribu. O incluso peor... algunas de sus ideas superan el límite que hay entre lo atrevido y lo imprudente. Es divertido trabajar con ella.

—Nuestro padre confía en nosotras para que la ayudemos en su camino. No sólo el científico, también el espiritual.

—Como si eso tuviera algún tipo de sentido. No es más que una chica joven a la que obligan a pronunciar un montón de letanías que nadie se ha molestado en comprender. Pronto verás lo genial que es su alteza y se te quitará esa cara de susto.

—Diosas —resopló Impa.

Tras un rato esperando, padre fue a buscarlas. Fueron conducidas por un largo pasillo vestido con una alfombra roja y una hilera de ventanas que filtraban luces de colores, a través de sus vidrieras. Las diosas, los símbolos de Hyrule, las grandes regiones... eran los motivos de decoración. La arquitectura del castillo de Hyrule siempre le pareció fascinante a Impa, casi no podía creerse que se convertiría en su nuevo hogar.

Prunia ya llevaba más de un año instalada allí, junto a Rotver. Ambos gestionaban el Laboratorio Real y dirigían todas las investigaciones y excavaciones sheikah desde ahí. Pero ella había sido llamada por otros motivos, al parecer el rey quería una acompañante más permanente para la princesa, alguien que pudiera ayudarla a entender mejor los textos antiguos que hablaban de Ganon, el Cataclismo. La princesa requería formación específica en algunos asuntos que sólo eran dominio del Pueblo de las Sombras. Se rumoreaba que su alteza no se llevaba muy bien con sus tutores. Según Prunia eso la convertía en algo fuera de lo común en la corte real: "un ser humano con sentimientos", ya que los tipos eran viejos estirados que sólo repetían los mismos mantras una y otra vez, sin prestar ayuda verdadera a la princesa. Pero esa era la interpretación de Prunia, lo que padre le había contado era que la princesa era rebelde y que rehuía sus obligaciones, por lo que el rey había recurrido a él, miembro destacado de los sheikah para pedir ayuda. Y la ayuda, era ella.

***

Los primeros meses en el castillo pasaron casi en un parpadeo para Impa. Prunia tenía razón: su alteza real era un ser de luz.

Y lo que la volvía más luminosa aún era que ignoraba por completo que podía producir esa agradable sensación en los demás. Era considerada, curiosa, trabajadora.... A veces un poco complicada, cuando las cosas no salían como ella esperaba. Era cabezota y terriblemente mala para ocultar sus sentimientos. Bastaba con mirarla a la cara para saber si estaba contenta y esperanzada por algo, o si por el contrario estaba inmersa en uno de sus días grises.

Esos días se habían repetido bastante últimamente, pero Impa no se atrevía a preguntar el motivo. No es que la princesa no fuese cercana con ella, la cercanía cálida y desinteresada era otra de sus virtudes, era la propia Impa que no se atrevía a ahondar del todo en su corazón, no habría sido propio de los sheikah.

Misión SecundariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora