El dragón de Hebra

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Nieve, frío y olor a peligro.

Link esperaba encontrarse casi cualquier catástrofe, pero fueron esas tres cosas las que lo recibieron al pie del sendero hacia la aldea Orni.

Se frotó los ojos, apenas podía ver nada. Las tormentas de nieve eran comunes, pero mucho más al norte. La ventisca ahora lo envolvía todo cubriéndolo con un velo de aire helado y diminutos cristales de agua en suspensión. El frío cortaba.

Sus piernas temblaron por la duda, así que decidió sentarse en una roca y exprimir las últimas gotas de agua de su cantimplora antes de tomar la arriesgada decisión de adentrarse en la tormenta. Conocía el camino hasta la posta orni, lo había recorrido mil veces, podía verlo dibujado en su mente si cerraba los ojos. Pero ahora había nuevos enemigos, nuevos peligros. Podían estar al acecho, escondiéndose como cobardes en emboscada. Tenía hambre, sueño. No había comido más que porquerías, raíces arrancadas del suelo, trozos de pescado en salazón tan duros que podrían hacerle saltar los dientes. Se le retorcieron las tripas, le dolía el estómago por el hambre. Y por más cosas. Estaba al límite.

¿Hasta dónde podía llegar su determinación? Si existía un propósito para todo lo que le sucedía en la vida, no entendía quién o qué lo estaba poniendo a prueba así. Por qué. ¿Por qué le había tocado otra vez a él? Como si alguien lo pusiera todo en su contra, como si quisiera volver a medir si era digno o no. Menuda tontería, no existía nada ni nadie así de retorcido. Por eso sabía que no existía ese propósito, eso del Destino eran mierdas, cuentos de viejos para asustar a los niños. Todo lo que pasaba en realidad era el resultado del caos y la casualidad. Y les había tocado otra vez, fin de la historia.

Si ella estuviera ahí le diría que no es así y se reiría al escucharle gruñir, quejándose. Diría: "No seas cabezota, claro que hay un propósito y un Destino, por eso tú y yo..."

A la mierda, no quería pensar en eso. Cuando pensaba en todo lo que le había sido arrancado sólo sentía deseos de destrozar algo, a puñetazos, hasta que le sangrasen los nudillos. Y eso no servía de nada, aunque el dolor... el dolor le hacía sentir vivo. "Pero, Link..."

—Cállate, Zelda, déjalo de una vez porque no vas a convencerme de nada. No tienes razón. Te están engañando, ¿es que no lo ves? Te han engañado para utilizarte. Quieren usar tu poder para enfrentar a Ganondorf, por eso te han llevado al pasado.

Solía continuar en voz alta conversaciones imaginarias que mantenía con ella. Charlas en las que se enfadaba con ella por ser tan confiada con los zonnan, por hacer caso de criaturas de vete a saber de dónde salieron.

Y estaba el primer rey de Hyrule. Link tenía sentimientos encontrados acerca de él.

Se miró el extraño brazo derecho una vez más. No le pertenecía, aunque estaba resultando ser de mucha utilidad. Al mismo tiempo era un recordatorio continuo de cómo su propio brazo no había sido capaz de alcanzar a Zelda. ¿Quién era Rauru en realidad?

Un jodido invasor, decía una parte de su mente. Y por lo que podía haber visto en las visiones atrapadas en los geoglifos, Zelda le obedecía como si fuese su padre. No, peor. Le hacía más caso que a su padre... y no era su padre. Era un ser extraño de otro mundo que vino a apoderarse de este. Con su poder superior. Y se proclamó rey, menudo imbécil. Link se preguntó si él estaría detrás de los geoglifos, y si había dejado esa especie de visiones del pasado a propósito para tratar de manipularle. Rauru parecía tener una visión muy precisa de lo que Zelda significaba para él y de quién era él.

Si los zonnan eran amigos, ¿por qué habían tenido que llevársela? ¿Por qué se la habían llevado? "No me han llevado, Link, el Poder Sagrado se despertó y me transportó a..."

Misión SecundariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora