Evitación

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Cuando Link duerme, sus pestañas parecen aún más largas y espesas. No es la primera vez que Zelda las observa en silencio, porque ahí encuentra su paz. Apenas ha amanecido y logra escurrirse de la cama sin que él se inmute. Es cierto que últimamente duerme más, "casi como alguien normal" según Link, pero esa noche se le ha hecho larga, interrumpida por sueños inquietos.

Se estira para mirar el primer rayo de sol despuntando sobre el mar. Bajo la casa, el viento mece la hierba. Los fuegos pasados dejaron cenizas, y ahora lo verde tapa las cicatrices. Hyrule está lleno de ellas, "y yo también", piensa, pasando la yema de los dedos por encima de una pequeña muesca que tiene en el pómulo izquierdo. Esa se la hizo cuando sellaron a Ganondorf, en la guerra del pasado remoto.

Camina descalza y con determinación, la vista fija en la puerta del estudio. Hay un espejo en la sala de estar, pero ella nunca se mira en él. Suele ignorarlo a menudo, ese y otros espejos que Link ha puesto en la casa. Tiene miedo de ver en su reflejo cosas que cree olvidadas y superadas. Sabe que ya no es la misma, por todo lo que ha pasado, las cicatrices que marcan algunas partes de su piel son una muestra visible de ello. Aun así... perdonarse a sí misma es la más difícil de todas las misiones a las que Zelda se ha enfrentado en su vida.

El estudio es tan bonito... a veces se sorprende con la capacidad de Link para fijarse en los pequeños detalles. Y todo porque una vez ella mencionó que quería pedirle a Karid que le fabricase una mesa más grande, de madera noble, para poder desplegar ahí pergaminos y mapas. La mesa que él ideó para la casa nueva era tal cual ella la habría elegido. La sensación de que todo es nuevo ha resultado ser agradable. En un principio creyó que echaría de menos su estudio oscuro de Hatelia, que aborrecería una construcción de la que no mantenía recuerdo alguno. Se equivocaba. El olor a madera nueva, a papel de pergamino y a tinta es reconfortante y no se siente como algo ajeno.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

La voz de Link no logra sobresaltarla lo más mínimo. Lo ha escuchado reptar medio dormido por la casa antes de acercarse a acecharla en el estudio.

—Un tiempo —responde ella, marcando un punto en su último párrafo.

—¿Qué haces?

—Escribir unas palabras para Prunia.

—¿Para Prunia?

—Hm-hm.

Link se sienta en el suelo y la observa desde ahí, haciendo esfuerzos para terminar de abrir los ojos del todo. Los únicos ruidos en la casa son los de la pluma rasgando el pergamino y algún que otro bostezo de él.

—Hoy es-

—He terminado —anuncia ella. Se incorpora con energía y se estira un poco— tenemos muchas cosas que hacer hoy. Hay que ir a ver a los zora, los goron, los orni y las gerudo. Y también hay que ir a Fuerte Vigía. Y a Hatelia, por supuesto. Habría que ir a muchos más sitios, pero no dará tiempo en absoluto.

—¿Crees que hace falta? Mucha gente no-

—Link —interrumpe de nuevo— hace falta. Es la costumbre, ¿recuerdas?

—Ya, lo sé, pero con todo lo que ha pasado después...

—Sigue haciendo falta —ella esquiva sus ojos con premeditación—. Bien, ¿desayunamos algo? ¿Crees que lloverá?

—Es difícil de decir —él se acerca a la terraza y observa el cielo y el color del mar—, puede que llueva en la sierra de Akkala, pero no sé qué pasará en el resto de Hyrule.

Ella aprovecha esa distracción de Link para bajar a la cocina y ponerse a cocinar. Huevos, pan tostado y algo más. Pone agua a hervir. Oye a Link arrastrándose escaleras abajo y sentarse a la mesa para observarla desde allí con cara de preocupación. No necesita ni mirarle para saber que ha puesto esa cara.

Misión SecundariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora