Episodio XIV

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Erzo intenta apelar a la razón y a la empatía de Aliss:

—Por favor. Conversemos.

Danel, por su parte, no está dispuesto a ceder ante lo que percibe como una amenaza directa. Su orden es tajante, reflejo de su posición y su negativa a negociar bajo coacción.

—Baja el arma, Aliss. No estás bien. Ese terrorista probablemente te prometió el mundo.

—Me prometió justicia —replica Aliss—. No estoy loca, comandante.

En un movimiento casi imperceptible, Erzo aprovecha el tenso intercambio para actuar. Se levanta ligeramente, deslizando con el pie su auricular hacia la posición de Rachell:

—Aliss —dice—. Prometo que podemos solucionarlo sin violencia si bajas esa arma.

En el momento más álgido de la confrontación en el vagón, Thrent se encuentra solo frente a Wan, el último obstáculo entre él y la oscuridad que su antiguo compañero representa:

—Salúdame a Sylvana de mi parte —expresa Wan.

Thrent, a pesar del inminente peligro, responde con calma, intentando encontrar a su colega:

—Ese hombre... se metió en tu cabeza.

Wan, atrapado en su tormento y convicción, estalla:

—¡Me dio una oportunidad! —Las lágrimas que surcan su rostro son el testimonio de su sufrimiento, de las heridas infligidas por aquellos a quienes llama "sangre roja".

—Dime que es lo que te hicieron —dice Thrent, con su voz llena de una sincera intención de comprender, de conectar con el hombre que una vez conoció—. Quiero escuchar. Ayúdame a entender, y podemos buscar una solución juntos.

En su aproximación, hay un atisbo de esperanza, una posibilidad de redención incluso en el abismo de la traición.

—Aquí no solo hay inmigrantes xelfos —Pero ya era demasiado tarde; Wan se había perdido—. ¿Hay también de sangre roja?

—No lo hagas. Yo también dije que me quedaría mirando cuando esto ocurriera... Pero tenemos la responsabilidad de proteger a los que no pueden defenderse por sí mismos. ¿Quieres hacer un mundo mejor? Bien. Pero no condenes a inocentes.

—Si amas a tu pueblo, harás todo lo que sea necesario.

—La gran guerra provocada por el Cazador de Dioses lo hizo en nombre del amor. Nadie que sea xelfo recordará esto y lo llamará "amor"

—Estarán vivos. Qué importa lo que digan sobre mí. Aun así, te ganaste mi respeto... Y de verdad espero que incluso ahora, puedas agradecer... que te mataré rápidamente —Dispara lux phanto (Lux de poder) a la cabeza de Thrent, y muere. Algo profundo y primitivo se despierta en el interior de Wan. Una ansiedad voraz se desliza por su piel, trepando desde la punta de sus dedos hasta asfixiar su cuello. Pero tan rápido como esa sensación lo consume, se desvanece, colapsando bajo el peso de una euforia placentera tan intensa que Wan casi puede saborearla. Este placer lo inunda todo, prometiendo una transformación que ni él mismo puede comprender del todo. Da la vuelta para clavar su mirada en los civiles dentro del vagón.

 Da la vuelta para clavar su mirada en los civiles dentro del vagón

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