Episodio X

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La playa estaba envuelta en una calma perpetua, con solo el suave murmullo de las olas rompiendo la quietud. Bea arrastraba el cuerpo sin vida de Sylvana por la arena, dejando un rastro serpenteante que se borraba con el vaivén del agua. A su alrededor, la playa se extendía desierta, un escenario solitario para un adiós silencioso.

Al llegar al borde donde las olas besaban la arena, Bea se detuvo. Con cuidado y respeto, colocó el cuerpo de Sylvana en el agua. El mar, como si comprendiera su intención, empezó a reclamar el cuerpo con suaves olas que lo envolvían, llevándolo poco a poco hacia la profundidad. Bea observaba, su corazón pesado con la tristeza de la pérdida, mientras Sylvana se alejaba flotando, convirtiéndose en parte del vasto océano.

Con la mirada aún fija en el horizonte, donde Sylvana y el mar se fundían en uno, un pequeño movimiento en la periferia de su visión la sobresaltó. Era Wan, tendido inmóvil en la arena. Por un momento, Bea dudó... Con pasos vacilantes, se acercó a Wan. Al llegar a su lado, se inclinó, observando con atención. Un débil movimiento en el pecho de Wan le dio un hilo de esperanza. Se agachó aún más, acercando su oído a su boca. De repente, Wan tosió violentamente, expulsando agua salada.

A lo lejos, el sonido de las aeronaves comenzaba a filtrarse en la escena, un murmullo distante que poco a poco se hacía más fuerte.

—¡UN MEDICO!

La aeronave que escoltaba a Danel, Erzo y Aliss, tenía unas hélices que con su ruido retumbaba en el interior

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La aeronave que escoltaba a Danel, Erzo y Aliss, tenía unas hélices que con su ruido retumbaba en el interior. Fuera de la ventanilla, el paisaje cambiaba rápidamente, una mezcla de cielo y tierra que se fusionaba en un borrón de colores.

—¿A dónde vamos, comandante? —preguntó, intentando aflojar sus esposas.

—A la capital metropolitana, Providencia —dijo Danel, con la mirada fija en el horizonte lejano.

—¿Y qué hay allá? —inquirió Erzo, su frente arrugada por la confusión.

Fue Aliss quien contestó:

—Allí se ubican los Tribunales Legionarios de Terra —explicó.

Danel se giró hacia Erzo, con una sonrisa burlona dibujándose en su rostro.

—Es cultura básica, Erzo —se mofa—. Este no será un juicio ordinario contra soldados que trataron de romper leyes... El arresto del Comando y de los Guards fue una orden directa de Kasthian Ion...

Erzo, claramente desconcertado, frunció el ceño.

—¿Y quién es él?

Las aeronaves descendieron con un rugido final en el terminal aéreo, marcando el final de un viaje y el comienzo de un calvario para los Guards y el Comando. Acusados de destruir la ciudad de Niften, fueron escoltados hacia afuera, donde una realidad mucho más hostil los esperaba.

A su alrededor, los ojos de los transeúntes los seguían, sus miradas cargadas de juicio y desprecio. Pero no eran solo transeúntes los que los rodeaban; la entrada se había llenado de periodistas. Los micrófonos se agolpaban, creando un corredor asfixiante por el que debían pasar. Los flashes se disparaban incesantemente, cada uno como un acusador silencioso, capturando su humillación y miedo.

Cazador de DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora