Desde hace siglos, los Dioses Cósmicos rigen Terra. Con su poder, han esclavizado a toda una raza, los "xelfos", para que sirvan a los mortales. Si no obedecen a los Dioses, son torturados hasta transformarse en terribles monstruos que asesinan pers...
Beatriz Neel se mantenía erguida en el vagón del Metro, en camino al Aeropuerto ya que estaba interesada en la iniciativa Guards, con la chaqueta negra de su traje de legionaria abrochada hasta el cuello y el casco polarizado descansando bajo su brazo. El vagón se mecía ligeramente con el movimiento del tren, y el aire estaba cargado de un silencio sofocante. La mirada de Beatriz se posó en los xelfos de pie cerca de ella. Todos ellos marcados por cadenas al cuello, bozales en la boca o tobillos atados como las bestias de carga que la sociedad les había forzado a ser.
<< Mi madre solía contarme historias del Cazador de Dioses, ese xelfo malvado que aterrorizaba leyendas y fábulas infantiles >> Pensó.
El cuero de sus guantes crujía mientras ajustaba su agarre en el pasamanos, y su mente se agitaba.
Era desconcertante la facilidad con la que la sociedad había aceptado su papel en esta cadena de opresión. Se preguntó cuántas veces habría mirado ella misma a estos xelfos y había visto solamente la caricatura construida por la historia del Cazador de Dioses, en lugar de seres vivos.
<< Con cada variante del relato, una nueva atrocidad se añadía a su lista: secuestrador, caníbal, embaucador, violador de derechos, ladrón, asesino. ¿Cuál era la verdadera versión? Nunca lo supe. Siempre creí que no eran más que historias para asustar a los niños, para hacerlos comportarse >>.
El tren comenzó a disminuir su velocidad, anunciando la próxima estación. El sonido del acero chirriante contra las vías llenó el vagón, pero no logró romper el silencio más profundo que había descubierto en su propia conciencia. Beatriz tomó una respiración honda, ajustó su casco polarizado y se preparó para abandonar el vagón. Avanzó con dificultad por las estrechas escaleras, comprimida en una multitud de civiles que subían hacia la superficie. El aire estaba saturado.
De repente, la multitud se detuvo en seco. Como una ola que retrocede, la gente dio un par de pasos atrás, topándose y empujando a los que estaban detrás. Beatriz casi perdió el equilibrio, sintiendo cómo alguien pisaba el borde de su zapato.
[¡A las unidades estacionarias de la Legión!] Se escuchaba la voz del Comando por el auricular, con gran estática en la transmisión por estar en el subterráneo.
Y luego vinieron los gritos. Alaridos llenos de terror y desconcierto. Pero lo que vio a continuación fue mucho peor que cualquier grito.
<< Me aferré a la única constante en todos esos cuentos, una línea que enlazaba cada versión con un nudo apretado de realidad: mientras los xelfos existan, incluso si es manteniéndolos como esclavos, el regreso del Cazador de Dioses no es una cuestión de "si llegara a ocurrir", sino de "cuándo ocurrirá" >>.
Los xelfos que habían ido en el vagón y seguían a sus amos se arrojaron al suelo casi al unísono. Sus cuerpos comenzaron a convulsionar, y sus rostros se retorcían en agonía. Uno tras otro, sus figuras empezaron a cambiar. Sus pieles se aclararon hasta volverse de un blanco pálido y brillante. Y allí estaba Beatriz, atrapada en ese estrecho espacio, con esas criaturas nacidas de sus más oscuras pesadillas.
[¡Despliéguense a la Capital Niften! ¡Tenemos un brote sin precedentes! ¡No tenemos refuerzos suficientes en la Zona!].
<< Me pregunto si ese "cuándo" ya llegó >>.
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