—¡Tenemos alarmas en Niften, comandante! ¡Una horda de monstruos están atacando a los civiles! —reporta Erzo.
La sala de Comando estaba sumida en un frenesí de actividad. Los monitores destellaban con informes de emergencia, y las llamadas de socorro inundaban la línea directa. Erzo, el operador de comunicaciones, luchaba por mantener la calma mientras transmitía la cruda realidad al comandante Danel.
—¿Cuál es el rango? ¿Hay algún distrito de la ciudad que esté fuera del brote? —pregunta el comandante Danel.
—Comandante —gira en su silla para decírselo a los ojos—, toda la ciudad tiene alarma.
Danel miró a Erzo con ojos inquietos, una mirada de desasosiego profundo en su rostro curtido por la experiencia. Las palabras de Erzo resonaron como un retumbo ominoso en la sala. Toda la ciudad estaba alarmada, una situación que solo podía significar una cosa: un brote de monstruos de proporciones inimaginables.
La voz estremecida de Cris resonó:
—¡Tenemos que sacar a Luk, Mia y Oscar de la ciudad!
Danel, con su mirada severa y autoritaria, no vacilaba en tomar decisiones drásticas ante la amenaza que se cernía sobre Niften.
—¡Aliss, ordena desplegar a los legionarios locales a Niften! —exclamó Danel con un tono de mando que dejaba claro que no había tiempo que perder—. ¡Que todo el Aeropuerto libere sus aeronaves! ¡Envíen un mensaje a la Legión solicitando refuerzos!
—¡Si, señor!
—¡Que el equipo médico y Guard se preparen para el combate! —ordena Danel.
—¿Qué? —gritó Cris, con tono desafiante, pero también lleno de miedo.
—Ya di la orden, capitán. Obedezca.
—¡Pero es de noche! ¡Sácalos de la ciudad! ¡Mi equipo no está listo para esto! —reclama Cris.
Danel, sin embargo, no estaba dispuesto a ceder ante la inseguridad. Su voz retumbó con una salvajada que silenció la protesta de Cris.
—¡Y cuándo lo estarán! —gritó, elevando la voz—. ¿Acaso los dos meses de entrenamiento no valieron la pena? Tu iniciativa está pendiendo de un hilo, capitán. Si tu equipo no sirve, los usarán como carnada, ¿O me equivoco, estratega Rachell?
Rachell asintió con pesar, sus ojos reflejando la gravedad de la situación. No había margen para la indecisión.
—Que tus emociones no se desvíen, Cristofer... Ahora ve y cumple con el cargo que tienes.
El aire en la sala de Comando se volvió denso con la urgencia de la situación. Cris salió corriendo de la sala. Aliss, la operadora encargada de coordinar, tomó su auricular con una determinación férrea. Su voz repicó en la sala, impregnada de arbitraje.
[¡A las unidades estacionarias de la Legión!] Ordenó Aliss con voz enérgica por el auricular [¡Despliéguense a la Capital Niften! ¡Tenemos un brote sin precedentes! ¡No tenemos refuerzos suficientes en la Zona!].
<< Esto no es normal... son demasiados monstruos... >> Pensaba Rachell << Eso significa... que este brote... ¡Todos los esclavos xelfos que habitaban Niften, se transformaron al mismo tiempo! >>
El Aeropuerto estaba hundido en una desorganización ensordecedora. El estruendo atronador de los motores de las aeronaves saturaba el ambiente, resonando en el pecho de Cris mientras corría por la pista de aterrizaje. La prisa era tan tangible que el mismo tiempo parecía acelerarse, una tormenta de anticipación y desastre que envolvía a todos los soldados.
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Cazador de Dioses
Ficção CientíficaDesde hace siglos, los Dioses Cósmicos rigen Terra. Con su poder, han esclavizado a toda una raza, los "xelfos", para que sirvan a los mortales. Si no obedecen a los Dioses, son torturados hasta transformarse en terribles monstruos que asesinan pers...