CAPITULO 5

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No había ruido, no se escuchaban los sonidos que anteriormente ya había grabado en su cabeza, como los ruidos de los pájaros, los misteriosos árboles que se movían con el viento. No había absolutamente sonido alguno que le diera pista de donde estaba. Todo eso lo pensaba acostado sobre alguna superficie plana, era dura y helada, podía tratarse de cemento.

Su cuerpo dolía, dolía como si hubiera sido atropellado, tenía un dolor horrible en sus muñecas pero quería moverse y ver con sus ojos de que se trataba pero tenía miedo de que su cuerpo estuviera deformado y llegar a ver su propia anatomía con algún desperfecto le aterraba.

Pudo abrir los ojos pero se encontró con una pared justo a unos tres pasos, miró a su derecha y había otra pared, su izquierda de la misma forma. La habitación de cuatro paredes no tenía escapatoria, sin ventanas en donde llegará luz, puerta de donde salir.

Se levantó de donde estaba acostado y rápidamente el dolor en sus muñecas volvió, muy fuerte, y se dió cuenta al instante de que había sido encadenado, no solo de sus manos sino que también de sus pies.

—¿Donde estoy? —hablaba consigo mismo— ¿¡Donde estoy!? —esta vez alzó la voz para saber si alguien lo escuchaba.

Nadie respondía y ya se estaba incomodando con la paredes casi cerradas, no sufría claustrofobia pero el encierro era horrible ¿Por donde entró si no había puerta? Quería salir pero habían cuatro cadenas que lo tenían atado al suelo.

Encontró restos de algún líquido de color oscuro poco después entendió que se trataba de sangre, una gran cantidad en el suelo, podía cubrir tres pulgadas de sus zapatos.

Ya pasaban horas y podía calcular el tiempo desde que despertó, quería decir que pudieron pasar algunas cuatro horas sin que el pudiera salir de aquel oscuro lugar.

Estaba por gritar cuando sintió una presencia detrás de él, quería voltear pero su cuerpo estaba erizado, no tenia cierta valentía al voltear y encontrarse con algo que le diera un infarto de la impresión.

Pero...

De pronto...

Unas gruesas manos llegaron a su boca con un pedazo de tela roja y con algún líquido para dormirlo porque por más que aguantaba no respirarlo al final cedió y cayó en un profundo sueño que lo llevó a cerrar sus ojos y a ver una figura que se paró frente a él pero de la nada sus ojos se cerraron.



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Una vez más despertó, pero ya no estaba en aquella solitaria y espeluznante habitación, ahora se encontraba en otra pero totalmente diferente, al menos lo sentia su cuerpo por el calor de esta y jurando que habían velas por el calor que se sentía y el olor a cera. Intentaba abrir sus ojos pero estos estaban vendados.

Intentó moverse pero estaba sobre una cama con las muñecas atadas nuevamente, pero sus pies estaban libres, por más que se sintiera aliviado no podía, se sentía extraño y al escuchar unos pasos dejó de moverse.

Fue entonces cuando...

Sintió aquello helado erizar su pies, estaba desnudo, completamente desnudo y expuesto a aquella persona que lo estaba observando podía sentir esa presencia congelar sus sentidos, deseaba ver.

—Moverte no hará que las cuerdas se aflojen, —habló la voz de la habitación— tienes suerte que no te pusiera las cadenas de nuevo.

Tragaba saliva y podía decirse que estaba teniendo miedo, tenía mucho miedo, la voz que le hablaba era la misma que estaba en el bosque, temía por su vida.

De nuevo no había ruido, hasta quien sea que habló lo hizo de nuevo.

—Me gustaría probar cosas nuevas, un niño de 19 años es tentador —el sujeto se iba acercando poco a poco.

Sombras • MinjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora